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¿Qué ha pasado con la reapertura de la Sala Permanente Teresa Carreño?

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¿Qué ha pasado con la Sala de Teresa? Es una pregunta que a diario escucho de amigos, de desconocidos, de músicos, de turistas y visitantes al Teatro Teresa Carreño, o por algún medio electrónico. Realmente es cuesta arriba responderla.

Se han realizado diversas propuestas para la actualización de muestra y acondicionamiento en su espacio original, pero lamentablemente no han tenido la receptividad que se debe poner a la memoria un personaje como Teresa Carreño.

Este espacio fue inaugurado el diciembre de 1988 en el Teatro Teresa Carreño, durante la gestión del Gerente General Elías Pérez Borjas, quien cumplió el deseo de muchos venezolanos de contar con un sitio dedicado a dar a conocer las “huellas históricas” de la insigne pianista y compositora venezolana Teresa Carreño. En esa fecha se abrió al público con el nombre de Sala de Exposición Permanente Teresa Carreño, en gracias al patrocinio de la Fundación Neumann.

Entre esas “huellas históricas” de la artista se encuentran el piano Weber, sus trajes de gala, su correspondencia en diversos idiomas con amigos, empresarios y personajes famosos de la época. Además de una extensa colección de fotografías, recortes de prensa y programa de manos de conciertos.

También se cuenta con el ánfora donde estuvieron las cenizas de la artista en el Cementerio General del Sur, así como un conjunto de baúles de su último viaje de Europa a América, y otros objetos que pertenecieron a Teresa.

Las pertenencias de Teresa Carreño llegaron a Venezuela por iniciativa de Marta Milinowski (discípula y biógrafa de la artista), quien logró que el Vassar Collage de Nueva York los enviara a Caracas, con destino al Ministerio de Educación, organismo que los donó a la Gobernación del Distrito Federal. Esta a su vez las entregó al Concejo Municipal para que se creara un museo destinado a exhibir y preservar la memoria de la artista. El proyecto no se concretó y el Concejo cede en custodia los objetos a Fundarte, que los deposita en el Museo del Teclado hasta 1987, cuando por las gestiones de Elías Pérez Borjas pasan al Teatro Teresa Carreño.


Ni siquiera en el marco del año Bicentenario se manifiesta interés por rescatar y preservar la “huellas históricas” que dejó la primera artista venezolana de fama mundial. Esperamos que pronto esta realidad se revierta y el Museo, como también se conoce a este espacio, vuelva a abrir sus puertas. ¿Será necesaria otra forma del ver al país para que esto ocurra?

Estoy seguro que ese momento llegará y entonces no se cantarán tantas loas a los héroes militares, sino que se tomará en cuenta también los aportes realizados durante estos doscientos años por grandes personajes civiles.

La Teresa de nuestro tiempo

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La Teresade nuestro tiempo

“El City of Washington vagaba de ola en ola
Y se alejaba más y más de la ruta común.
El rescate parecía improbable y, por último,
imposible. Los alimentos escaseaban; cundió
el terror entre los pasajeros; las mujeres que
No estaban demasiado mareadas se ocupaban
En rezar y lamentarse”…
Marta Milinowski

La Venezuela de comienzos del siglo XXI parece un barco a la deriva. Al mirar hacia el pasado en busca de una referencia civil nos encontramos con la figura de Teresa Carreño, quien en una sociedad sumida en el atraso cultural, social, político y económico, se sobrepuso e hizo su propia revolución. Una revolución que poco a poco afectaría a muchas personas. Ella fue en la búsqueda de su ser, ese maestro y guía que llevamos dentro. Lo domesticó y lo materializó en sus interpretaciones pianísticas, en sus composiciones, en su entrega como profesora de piano y en la perfección que le imprimió a cada una de las actividades que hizo. Este año se conmemoran 160 años de su nacimiento, importante acontecimiento para la historia de la música y para Venezuela, ocurrido en Caracas el 22 de diciembre de 1853.


Teresa Carreño dejó una huella imborrable que ha servido de referencia en muchas partes del mundo, donde su arte fue comprendido y admirado. Lamentablemente en nuestro país, su legado permanece en el olvido y muchos venezolanos ignoran la historia de su vida y hasta lo que hizo. La magnitud de la obra de Teresa deber ser doblemente reconocida. A la caraqueña le tocó desarrollarse como artista en un mundo básicamente dominado por el género masculino, pero aún así dominó las adversidades e impusó su personalidad arrolladora y cautivó a hombres y mujeres con los fenomenales trinos y octavas, con sus fabulosos pasajes de arpegios. Las sonoridades de su piano o el ímpetu de su personalidad dibujan su vida.

Teresa: la gran concertista

Luego de más de casi un siglo de su desaparición física, su recuerdo sigue siendo centro de interés y se rememora la buena prensa que le acompañó toda la vida. ¿Pero qué hizo Teresa para que hoy en sitios tan lejanos como Berlín, Madrid, La Habana, París, Londres, Nueva York, Cosiwg o Praga, se le recuerde entusiastamente? O ¿Qué diversas personalidades del mundo muestran preocupación por investigar su vida y su legado, mientras otros se interesan por interpretar sus composiciones.

Simplemente con su arte llevó el nombre de Venezuela a todos los continentes, presentándose desde los principalespaíses de Europa, hasta Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur. Esa experiencia que le permitió entrar en contacto con las más destacadas personalidades del momento, tanto de las artes como de la política de entonces, en los días en que el país no tenía un servicio exterior organizado. Teresa fue una especie de embajadora venezolana de la música, del arte, de la armonía.

 

Teresa: la compositora

La obra musical de Teresa, dedicada esencialmente al piano, está constituida por composiciones en forma de estudios, obras descriptivas, fantasías, aires de danza y varias piezas para coro. Sus inicios en estas lides datan de 1860 cuando creó piezas publicadas años más tarde en Boston, de las cuales, una polka, fue estrenada un año más tarde en el Teatro Caracas por la Banda del Batallón Concepción.  Se cuenta que Manuel Antonio debía escribir las melodías que su hija creaba en el piano, porque Teresita aún no podía plasmarlas en papel. En aquella época era común que, en las casas de cierta posición social, las muchachas tocasen o compusieran valses para piano.
De acuerdo con la primera biógrafa Marta Milinowski, los inicios de Teresa como compositora: “se caracterizan por todo género de intrincadas dificultades. Cuando ella tenía interés en perfeccionar pasajes rápidos, escalas en octavas, saltos peligrosos -y su favorito de siempre- el trino, reflejaba esta preocupación en sus creaciones. Naturalmente tenía también reminiscencias de obras que estudiaba entonces de algún compositor del momento, fuera éste Gounod, Chopin o Liszt”.
Observando el asunto como una mirada amplia, notamos que las composiciones de Teresa estaban determinadas por las circunstancias personales o profesionales que atravesaba para el momento en que escribía: La emoción de conocer a Gottschalk la llevó a componerle un vals, que va ser su primera obra publicada; la muerte de su madre fue motivó para que escribiera La cesta de flores, op. 9; Marcha fúnebre, op. 11; La oración, op. 12; Queja, op. 17 y La partida, op. 18. Cuando conoció a Rubinstein sus composiciones se impregnaron de virtuosismo. La etapa más prolífera en composición, especialmente las obras para piano, datan de antes o alrededor de 1872, pues a posteriori, sus matrimonios, sus constantes giras y la maternidad no le dejaron tiempo para que se dedicase plenamente a esa actividad.
La más conocida de sus piezas es el vals Teresita, dedicada a una de sus hijas, se hizo tan famoso en Europa que fue necesario hacer arreglos para piano (simplificado), mandolina y guitarra, piano a cuatro manos, piano y violín, piano, violín y violoncelo, acordeón y orquesta (grande, pequeña y de cuerdas). Esta pieza fue publicada por primera vez por la Casa Fritsch de Leipzig en 1896, aunque desde seis años antes, era con la que Teresa cerraba todas las presentaciones.
Teresa escribió algunas piezas dedicadas a Venezuela: Himno a Bolívar (para tenor solista, coro mixto y orquesta), basado en un texto de Felipe Tejera (1846-1924); Saludo a Caracas (para piano), el Himno al Ilustre Americano (para barítono, coro mixto y orquesta) y Danza venezolana. Los estudios sobre sus composiciones consideran que las piezas de mayor madurez y profundidad son el Cuarteto en Si Menor (para cuerda) y Serenata (en cuatro movimientos para orquesta). Nos llama la atención que apenas hace un par de años se estrenó la Serenata… por la agrupación cubana Camerata Romeau.

El compositor y pedagogo musical venezolano Juan Bautista Plaza (1938), refiriéndose al conjunto de la creación de la Carreño, considera que de toda su producción lo más conocido son sus obras para piano: piezas de salón en su mayoría, de corte e inspiración románticos, y por lo general de difícil ejecución. Por otra parte, el profesor Juan Francisco Sans comenta que las creaciones de Teresa “puede dividirse en cuatro grandes grupos: las “obras con número de opus”; las “obras de madurez, sin opus”; las “obras escritas durante su infancia en Caracas, sin número de opus” y las “obras perdidas mencionadas en los documentos”. Llama la atención el último grupo, que si lo unimos la “difícil ejecución” considerada por Plaza, se presentan como razones de sobra para que su actividad como compositora siempre se haya relegado a un segundo plano, contribuyendo aún más a su desconocimiento. Pero que pudiera subsanarse si impartieran cursos dedicados a estudiar todas sus composiciones que tenemos disponibles, además de enseñar su técnica y método, sustentado en fundamentos para el uso artístico de los mecanismos y funcionamiento de los pedales del piano.¿Por qué en Venezuela no existen cátedras de piano dedicadas al estudio y difusión de ese legado?

 

Su eterno regreso a Venezuela


Teresa dijo una vez:“He amado a Venezuela, la he amado a veces por sus desgracias, otras por la generosidad de su naturaleza y siempre como una madre irremplazable. En su seno quiero dormir el sueño de la tierra. Es allí donde quiero que reposen mis cenizas”. Su primera biógrafa logró que ese sueño fuese realidad.En 1935 logró que el gobierno venezolano decretase la repatriación de los restos de Teresa Carreño al país, lo cual se realizó en febrero de 1938, gracias a la labor de Rudolph Dolge, Salvador Llamozas y de la propia discípula de la Carreño. Las cenizas fueron colocadas en el Cementerio General del Sur dentro de un ánfora de bronce, obra del escultor venezolano Nicolás Veloz; allí permanecieron hasta finales de la década de los setenta.
En una Caracas signada por la agitación política y social producto de un período de transición se llevó a cabo el acto de repatriación, al cual asistió el Presidente de la República, Eleazar López Contreras (1883-1973), los ministros del gabinete, el Gobernador del Distrito Federal, familiares de la pianista, representantes de la Academia Nacionalde la Historia, del Ateneo de Caracas, de la Unión Musical de Venezuela, del Ateneo de Valencia, la comisión organizadora del homenaje, y personalidades del mundo político, intelectual y social venezolano. Ese país convulsionado por el caos político que le vio partir en dos oportunidades, en este aspecto no había cambiado mucho en los días de su retorno definitivo, ya en el siglo XX.

En el siglo XIX, más de medio siglo había trascurrido desde que vio su tierra natal por última vez. Veintitrés años de ausencia no fueron suficientes para reconciliarse con su país. Ella lo intentó. Dio lo mejor de sí en sus giras de conciertos por ciudades importantes del país; cantó, preparó una temporada de ópera, dirigió la orquesta de la ópera, se ofreció como profesora y hasta se planteó quedarse si se le aprobaba el proyecto del conservatorio de música de dimensión continental. Pero la realidad pudo más que los deseos de la artista. Sus últimos días en Venezuela chocaron con la fortaleza y la disciplina que se había formado desde temprana edad. El país no estaba exento de inestabilidad política, calamidades varias ni improvisaciones.

Su traslado al Panteón
Unos años más tardes: A los sesenta años de su fallecimiento, gracias a las gestiones de la Directora Generalde la Asociaciónde Autores y Compositores Venezolanos, María Luisa Escobar, los restos de la pianista fueron exhumados y trasladados al Panteón Nacional, el 9 de diciembre de 1977. En esta ocasión se realizó una ceremonia que contó con la asistencia del Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, el ex-presidente Rafael Caldera y la escritora Lucila Palacios, entre otras personalidades del mundo político, militar y cultural del país. Al mismo tiempo, sus pertenencias provenientes de Estados Unidos, llegadas dos décadas atrás clamaban por que se creará ese museo destinado a resguardar su memoria. Debía trascurrir aún una década más para que esa idea comenzara a materializarse.
De ese momento están vigentes las palabras de Lucila Palacios, quien manifestó en ocasión de su discurso en Panteón que: “Hay que seguir los pasos a la trayectoria de Teresa, sus reacciones anímicas, su sensibilidad artística, para formarse una idea cabal de tan extraordinaria personalidad. Las nuevas generaciones apenas la conocen”.

 

Se llama Teresa Carreño

A finales del siglo XX, cuando los gobiernos democráticos intentaron reivindicar a personajes civiles de nuestra historia, la figura de Teresa Carreño se impuso con fuerza en el quehacer cultural venezolano. Así, su revolución personal que la convirtió en una gran artista, se presentó como una virtuosa, digno ejemplo a considerar. Diversas agrupaciones e instituciones que decidieron denominarse Teresa Carreño o emplear ese nombre para algún evento de importancia. El ejemplo más impactante es la Fundación TeresaCarreño: constituida en 1973 con el objetivo de administrar el complejo cultural que se construía en Los Caobos y que hoy lleva ese nombre. Este año arriba sus cuarenta años de existencia. Como parte de la estructura de esta institución surgieron el Coro de Ópera del Teatro Teresa Carreño y el Ballet Nacional de Caracas Teresa Carreño, los cuales en algún momento de su historia han adoptado simplemente el de Ballet Teresa Carreño o Coro Teresa Carreño.

En 1974 el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) creó el Concurso Latinoamericano de Piano Teresa Carreño, el cual pasó a ser organizado en 1978 por el Instituto Latinoamericano de Investigaciones y Estudios Musicales (hoy Fundación Vicente Emilio Sojo), y en 1998 tuvo una nueva edición organizada por la Fundación Teresa Carreño. Desde entonces, este concurso se mantiene en el olvido, a pesar de que en sus nueve ediciones se convirtió en uno de concursos de piano más prestigiosos del continente.

En mi breve biografía sobre Teresa, dije hace ya algún tiempo que: “También se conoce una Academia de Música Teresa Carreño (de Barquisimeto), una agrupación de danzas folklóricas, un dúo pianístico (conformado por María Teresa Campos y Rosella Pezzuti), un cuarteto, una escuela de ballet y diversas unidades educativas, entre otras agrupaciones e instituciones, bautizadas con ese nombre”.

Tampoco la idea acá es hacer un inventario de todas las instituciones que llevan el nombre de Teresa Carreño, simplemente, quiero significar con ello, el homenaje que se le rinde a su memoria nombrándose Teresa Carreño. La pregunta viene a continuación: ¿Conocen realmente el legado de Teresa Carreño? ¿Existe un real interés en difundir la obra y su significación para la historia local y universal? Solamente un ejemplo: veamos el caso de la Sinfónica JuvenilTeresa Carreño de Venezuela, creada en 2007 e integrada por 160 músicos, de edades comprendidas entre 15 y 25 años y que debutó en 2009 con un concierto en la Concha Acústicadel Parque Los Caobos en el marco de la celebración del 442 aniversario de Caracas. Cuando nos enteramos del acontecimiento lo primero que pasó por nuestra mente fue: “al fin se hará justicia con Teresa Carreño; existirá una orquesta dedicada exclusivamente a estudiar, interpretar y difundir el legado de la máxima artista venezolana”. Y quién mejor llamado a hacerlo que el Sistema de Orquestas, gracias a su proyección nacional e internacional. Si embargo, en su primera presentación en la Sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño su programa estuvo conformado por obras de Tchaikovsky, lo que no ha cambiado en posteriores presentaciones.

Aclaro: Para algunos venezolanos la figura de Teresa Carreño representa una especie de “ícono” civil que ha contribuido a la definición de nuestra nacionalidad, esa que comenzó a configurarse definitivamente en el siglo XIX, siglo del nacimiento de Teresa. Sin embargo, siguen las preguntas rondando: ¿Se ha hecho lo suficiente para dar a conocer al conjunto venezolano la obra y vida de la máxima artista? ¿Se ha hecho la proyección nacional e internacional de composiciones? ¿Por qué las orquestas venezolanas no incluyen alguna pieza de Teresa en sus programas de giras internacionales?

Homenajes en Venezuela
Hagamos un inventario: En Venezuela, en 1938 con motivo de la repatriación de sus restos se le rindió un homenaje en el Teatro Municipal de Caracas, con una velada artístico-literaria donde destacó el discurso pronunciado por Juan Bautista Plaza. Igualmente ese mismo año, motivado también por la repatriación, el Instituto Postal de Venezuela emitió una serie de estampillas en su honor.

Durante 1953, año del primer centenario de su nacimiento, se realizaron varios eventos por tal motivo. La Uniónde Mujeres patrocinó el concurso “Esbozo biográfico de Teresa Carreño”, con un jurado integrado por Mariano Picón Salas (1901-1965), Eduardo Lira Espejo (1912-1980) y Antonia Palacios. Resultó ganadora la obra Esas manos cumplen cien años,de Héctor Mujica. El ministro de Educación, José Loreto Arismendi, aprobó una programación que incluía la celebración de un “certamen de compositores”, una exposición de cartas, fotos y objetos de Teresa Carreño, la realización de tres conferencias, la emisión de un sello de correo con su esfinge, la edición de un cartel alusivo, un concierto con sus obras y el otorgamiento de una beca de dos años a la estudiante de piano venezolana Nilyan Elena Pérez. El Concejo Municipal del Distrito Federal develó un busto suyo en los jardines del Paseo El Calvario, obra del escultor Pedro Basalo.

El Teatro Municipal de Caracas fue testigo de un nuevo homenaje a la Carreño realizado el 25 de diciembre de 1970. Ese día se presentó Rosario Marciano bajo los auspicios del Concejo Municipal y la Gobernación del Distrito Federal, ofreciendo un concierto con un programa similar al interpretado por Teresa Carreño el 25 de octubre de 1885 en el mismo piano Weber del siglo XIX, el cual había sido restaurado dos años antes en Viena por Alfredo Watzek, gracias a gestiones de la propia Marciano y de Eduardo Tamayo Gascue. Dicho instrumento pasó luego al Teatro Teresa Carreño en 1987.

Entre diciembre de 1975 y enero de 1976 el Concejo Municipal del Distrito Federal, el Ministerio de Educación Nacional y el Museo del Teclado, realizaron la exposición Teresa Carreño: su vida en documentos, donde se presentaron algunas de las pertenencias y documentos de la artista, gracias a la labor de Rosario Marciano.

En época reciente, se han realizado diversos homenajes y eventos con la finalidad de enaltecer su figura, como conciertos, festivales, exposiciones o emisión de sellos postales. En la última década se recuerdan como eventos de notoria repercusión pública: el homenaje del Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM, 2001), la aparición del disco de la pianista venezolana Clara Rodríguez (2002), el montaje de la obra de teatro para niños Teresita, de Heli Berti, por el Teatro Tilingo;el homenaje del Coro de Ópera del Teatro Teresa Carreño con el espectáculo TuttaVoce; el ciclo de conciertos del Teatro Baralt de Maracaibo (2003) y el homenaje que organizamos en 2007, en colaboración entre la Fundación Teresa Carreño, la Biblioteca Nacionalde Venezuela y el Panteón Nacional: Teresa Carreño: 90 años después, que incluyó diversas actividades.

 

Sala de Exposición Teresa Carreño

Además de nombrar Teresa Carreño al complejo cultural más importante de Venezuela, símbolo de la cultura nacional, el mayor homenaje que se la ha podido rendir es la sala de exposición permanente del Teatro Teresa Carreño, donde se resguardan documentos y objetos (cartas, manuscritos, fotos, trajes, partituras) y el piano de Teresa Carreño. Fue abierta al público en 1988, cuando fue inaugurada gracias al apoyo económico de la Fundación Neumann, mediante gestiones del entonces Gerente General del Teatro Elías Pérez Borjas, quien logró obtener en comodato las pertenencias de la pianista donadas por el Vassar College al Concejo Municipal del Distrito Federal, así como el piano Weber, utilizado especialmente por Teresa cuando vino a Caracas en 1885. La curaduría de la sala, desde su inauguración, fue responsabilidad de Arturo González hasta 2009. Sin embargo, esta sala fue cerrada hace más de dos años y su apertura es incierta. Esperamos que pronto los venezolanos y visitantes puedan contar con este espacio nuevamente, con una visión renovada.

 

En contraste…

En el exterior, rendirle honores a la Carreñoen los países que cautivó con sus interpretaciones, es algo que no pasa desapercibido. Durante 1989, en el Teatro Intar de Nueva York se realizó el espectáculo “Carreño, A One Woman Classical Musical”, creado por Pamela Ross y Gene Fankel sobre la vida y obra de la pianista, el cual combinaba la actuación y el recital. Al año siguiente, este mismo espectáculo vino a Venezuela, para ser presentado en la Sala José Félix Ribas con los auspicios del Ateneo de Caracas y la Asociación Venezolanade Conciertos. ¿No debió ser al contrario? Que un espectáculo de esta dimensión fuera producido y generado en el país y exportado. ¡O que una propuesta con características parecidas se haya llevado a escena!

Estados Unidos
En 1999, una muestra representativa de su repertorio fue interpretada por la pianista Carmen Rodríguez Peralta en el Auditorio del Corcoran Gallery of Art de la ciudad de Washington, dentro de la programación cultural de la Embajada de Venezuela en Estados Unidos. Rodríguez Peralta se ha dedicado a la ejecución de piezas musicales de Teresa Carreño y a la investigación histórica de su obra. En tal sentido, ha sido editora de los trabajos para piano de la Carreño, publicados por Hildegard PublishingCompany en 1996, y en el año 2000 el disco compacto Teresa Carreño: Solo Piano and Chamber Works. Conocemos otros ejemplos de músicos que están estudiando e interpretando las composiciones de la venezolana, como el caso de la pianista brasileña residenciada en Estados Unidos, Alessandra Feris.

 

La Colección Teresa Carreño del Vassar College-Nueva York

También en Norteamérica. Uno de los repositorios documentales más importante del mundo se encuentra precisamente en Estados Unidos. Se trata de una colección formada en 1941, a partir de la adquisición del legado de Teresa Carreño por el Departamento de Música del Vassar College. Está integrada por música impresa y manuscritos, libros de música, material pedagógico, cartas de y para Teresa, álbumes, programas de conciertos y fotografías de la artista.

Alemania
En Alemania se han realizado varios homenajes en su honor: el primero del que se tiene referencia se efectuó en Hamburgo con motivo de los setenta y cinco años de su nacimiento, organizado por una compañía de radio y la Dirección del Colegio para la Cienciade los Pueblos de “Hans Bredow”. Numerosas son las regencias en todos estos años. A finales del siglo pasado, en Dresden se efectuó un nuevo homenaje para conmemorar los cincuenta años de su desaparición física (1967). Veintidós años más tarde, el Consejo de la ciudad de Coswig, la designó como “Ciudadana honorífica (post-mortem)” en reconocimiento a su labor en pro de esa ciudad, donde Teresa vivió varios años.

 

“Villa Teresa”, Coswig-Alemania

Es una casa ubicada al lado del embarcadero de Kötitz (Coswig), construida junto a un extenso parque en 1874. En ella, entre 1892 y 1895, Teresa Carreño y su esposo Eugène D’Albert pasaban los veranos luego de sus temporadas de conciertos. En 2002 fue restaurada totalmente e inaugurada con el mismo nombre que D’Albert le puso en su época: “Villa Teresa”. Actualmente funciona como una sala de conciertos para la región de Meissen y la Sociedad TeresaCarreño.


Londres

En Londres, nos parece que el homenaje más importante que se le rinde a la venezolana universal es el concurso Teresa Carreño del Royal College of Music, certamen en el cuallos jóvenes pianistas ganadores del premio tocan un recital en el Bolívar Hall, espacio de Embajada de Venezuela en ese país. El mismo se otorgó por primera vez en 1978 como iniciativa del doctor José Luis Salcedo Bastardo, Ministro venezolano de Estado para la Ciencia, la Tecnología y la Cultura. Este evento lo asumió en estos años el Royal College of Music. Además son numerosos los eventos que se han registrado en homenaje a la caraqueña. El nombre que más a sonado últimamente vinculado a ella es el la pianista Clara Rodríguez, quien la década pasada acompañó a la actriz inglesa Karin Fernald en un espectáculo en el que se contaba la vida de Teresa Carreño: Liszt en faldas, un espectáculo de un gran éxito, que ameritó varias presentaciones en el Royal Festival Hall, el Bolívar Hall y otros espacios. Recientemente, también, Clara Rodríguez le rindió tributo en los espacios abiertos del Southbank Centre de Londres (2010).

 

 

Notas finales…

se ha dicho de ella que al oírla se percibe el
olor del aire de la pradera y
el tronar de los volcanes sudamericanos
Ida María Lipsius, 1902

La historia de la Teresade nuestro tiempo está por escribirse. Esa mujer venezolana de comienzo del siglo XXI, emprendedora, trabajadora, luchadora, protectora y soñadora, tiene en la Teresadecimonónica una referencia ejemplar. Pero no lo sabe, no se ha enterado. La historia de esa Teresa que cautivó al mundo con su arte no le ha llegado. No veo desatinado constituir un equipo de investigación dedicado al indagar sobre la artista y que apoyándose en conjunto de profesionales de diversas áreas como la comunicación, la educación y las artes, puedan formar una gran cruzada por difundir el legado y la ejemplaridad de la vida de Teresa en Venezuela y el extranjero. Un personaje único en la historial nacional, latinoamericana y universal.
Ese barco a la deriva tiene muchos faros, inmersos en la profundidad de la historia nacional, que lo pueden guiar. Solo basta con darle la importancia que les corresponde. Teresa, como esa luz resplandeciente en tiempos del siglo XIX, nos enseñó que la cultura era producto de la observación de la naturaleza, de la propia historia de los seres humanos y de las realizaciones espirituales o materiales, como la arquitectura o la poesía. La libertad, la constancia, la disciplina y el amor en lo que hacía la llevaron al camino de la eternidad.

Caracas, Julio de 2013




Teresa Carreño, él último prodigio de una efectiva escuela musical catedralicia...

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Teresa Carreño, el último prodigio de una efectiva escuela musical catedralicia en Venezuela
(A propósito del 160 aniversario de su nacimiento)

por David Coifman*


Mucho se ha repetido, y con razón, que la pianista venezolana Teresa Carreño (1853-1917), fue una niña prodigio que se ganó el respeto internacional a partir de su primera y muy aclamada presentación pública, con sólo 8 años de edad, realizada en el gran salón de baile “Irving Hall” de Nueva York, el 25 de noviembre de 1862. También sabemos que fue la tercera de cinco hijos de Manuel Antonio Carreño (n. 17 de junio de 1813), principalmente conocido como el abogado que escribió el influyente y muy difundido Manual de urbanidad y buenas maneras (1853).

Nunca se ha dicho, sin embargo, que Manuel Antonio Carreño, hijo del maestro de capilla José Cayetano Carreño (1774-1836), fue también un niño prodigio que ocupó el cargo de “cantante tercero” (la voz más aguda de las tres plazas asalariadas para cantantes) de la capilla musical catedralicia, el 9 de febrero de 1822, contando entonces 8 años de edad. Labor de cantante bajo contrato que obtendría después de ejercer el cargo de “músico meritorio” (=cantante a destajo de la tribuna) desde al menos los 6 años de edad. Además, Manuel Antonio habría debido demostrar amplias habilidades para tocar el violín, la viola, el violón, el fagot, el órgano y el clave por ser obligación de los cantantes contratados sustituir a los instrumentistas de la capilla catedralicia cuando no podían asistir a sus labores musicales por razones justificadas.

La plaza de cantante tercero que Manuel Antonio ganó con sólo 8 años de edad había estado ocupada hasta la fecha por su hermano José Cayetano “el hijo” (n. el 8 de julio de 1804), desde el 4 de junio de 1817, es decir desde los 12 años de edad. Antes de ejercer este cargo, José Cayetano “el hijo” junto con su hermano menor José Lorenzo (n. el 9 de agosto de 1807) recibían remuneración como músicos meritorios de la capilla catedralicia, al menos (que se conozca) desde diciembre de 1814, contando respectivamente 10 y 7 años de edad. Lo que señala haber sido ambos, también, niños prodigios.
El 10 de agosto de 1813, José Ciriaco Carreño (n. 8 de agosto de 1795), primogénito
del maestro de capilla José Cayetano Carreño, renunció apenas cumplidos los 18 años de edad a su labor bajo contrato de organista segundo en la catedral caraqueña para sumarse a la tropa patriótica, muriendo en la Batalla de Urica, el 5 de diciembre de 1814. José Ciriaco había sido también un niño prodigio, de quien sabemos haber percibido remuneración económica por su labor estable como cantante meritorio de la tribuna desde los 6 años de edad, y como organista segundo obtenido por concurso público, desde el 11 de marzo de 1810, es decir contando entonces apenas 14 años de edad.


El 18 de agosto de 1813, Juan Bautista Carreño (n. 1 de julio de 1802), cuarto hijo del maestro de capilla, ganó por concurso público el cargo de organista segundo que dejó vacante su hermano mayor José Ciriaco. Contaba entonces tan sólo 11 años de edad, es decir el más joven de dos generaciones de músicos de la familia Carreño en ocupar por concurso público la exigente labor de organista en la catedral caraqueña. Para satisfacer esta obligación contractual, Juan Bautista habría debido ocupar hasta la fecha un cargo de músico meritorio en la Tribuna, mientras se instruía con su padre y su hermano mayor en la ejecución de los órganos y el clave de la institución, acompañando principalmente la música vocal solemne catedralicia compuesta por Juan Manuel Olivares, José Ángel Lamas y la de su padre. Razones de peso conocidas (además de la tradición familiar) por las cuales los últimos vástagos hasta la fecha de la familia Carreño (José Cayetano “el hijo” y José Lorenzo) habrían de ser requeridos por su padre para aumentar las voces de la tribuna desde al menos mediados del año 1813, contando entonces 8 y 6 años de edad respectivamente.
La tradición de los niños Carreño de trabajar como músicos de la capilla catedralicia desde muy temprana edad bajo la guía de su padre, maestro y jefe José Cayetano Carreño, primero como cantantes meritorios asalariados (desde aproximadamente los 6 años de edad, lo que implicaba comenzar a estudiar canto y música aproximadamente desde los 4 o 5 años de edad) para luego ocupar alguno de los exigentes cargos catedralicios de organista bajo contrato por concurso público (entre los 11 y 14 años de edad) fue observada hasta el último de los vástagos, Juan de la Cruz Carreño (n. 24 de noviembre de 1815), quien ganó al cargo vacante de “cantor de la capilla” (cantante primero), el 7 de octubre de 1834, teniendo entonces 18 años de edad, después de graduarse dos años antes (con 16 años) de Bachiller en Artes por la Universidad de Caracas. Sería, de la familia Carreño, el más joven en obtener una diplomatura universitaria. Juan de la Cruz fue además el padrino de bautismo de Teresa Carreño, y acompañó a la familia en su viaje a Nueva York, cuando presenció el debut internacional de la niña prodigio en noviembre de 1862.

Hasta la fecha de nacimiento de Teresa Carreño, el 22 de diciembre de 1853, se registran en Caracas además los nacimientos de hasta 20 primos-hermanos (según las actas conocidas de bautismo y de defunción al nacer), todos hijos legítimos de los nueve hijos legítimos del maestro de capilla José Cayetano Carreño. Entre ellos, José Ciriaco del Carmen Carreño-Pérez “el sobrino” (n. 5 de marzo de 1831), segundo hijo de José Cayetano Carreño-Muñoz, se destacó también como niño prodigio de la tribuna catedralicia, recibiendo remuneración como cantante meritorio (según fecha del recibo de pago más temprana que se conoce), el 22 de diciembre de 1840, contando sólo 9 años de edad, para luego ingresar bajo contrato como cantante tercero de la capilla musical, el 8 de junio de 1841, con sólo 10 años de edad. José Ciriaco “el sobrino” sustituía en el cargo de cantante tercero a su primo mayor, hijo de Felipa Carreño, Ramón María Pérez-Carreño (n. 21 de enero de 1827), quien contaba entonces 14 años de edad. Es decir, la etapa de la adolescencia en la que estaría cambiando la voz aguda de tiple por una más grave, justificando el pronto reemplazo vocal por la de un niño de menor edad, como la de su primo.
Por lo tanto, al momento de su mudanza de Venezuela, Teresa Carreño se llevaría consigo el recuerdo de haber compartido por la rama paterna con una familia numerosa integrada por los siguientes primos-hermanos mayores (de los que podemos citar de los sobrevivientes según registros): Ramón María y María de la Concepción Pérez-Carreño, hijos de Felipa Carreño-Muñoz, quien murió con 37 años de edad, el 7 de diciembre de 1837; Juan Bautista Anselmo y Miguel Ezequiel Rafael Carreño-Martínez, hijos de Juan Bautista Carreño-Muñoz, quien murió con 47 años de edad, el 15 de noviembre de 1849; Isabel María, José Cayetano “el nieto”, José Ciriaco “el sobrino”, Fernando Lorenzo, Luís María, Belén de la Santísima Trinidad y María del Rosario Carreño-Pérez, hijos de José Cayetano Carreño-Muñoz, quien murió con 38 años de edad, el 29 de diciembre de 1842; Belén María Pérez-Carreño, hija de María Isabel Carreño-Muñoz (cuya fecha de defunción desconozco); y José Lorenzo Carreño-Martí, hijo de José Lorenzo Carreño-Muñoz (cuya fecha de defunción se desconoce). José Lorenzo Carreño-Martí contrajo matrimonio con su prima-hermana María Emilia Gertrudis de Jesús, hija mayor de Manuel Antonio Carreño y única de los tres hermanos mayores de Teresa que sobrevive la niñez (mueren una hermana mayor de nombre María Teresa y un hermano mayor de nombre Manuel Antonio, y sobrevive un hermano menor llamado también Manuel Antonio). No se conoce si Juan de la Cruz Carreño tuvo hijos. En todo caso, durante sus primeros ocho años de vida en Caracas, Teresa Carreño contó para su aprendizaje musical con al menos cinco miembros vivos de su familia paterna (es decir, su padre Manuel Antonio, su tío José Lorenzo, su tío y padrino Juan de la Cruz, su primo mayor Ramón María y su primo José Ciriaco) que habían sido niños prodigios bajo contrato laboral en la catedral caraqueña, en la condición de cantantes meritorios e instrumentistas, siguiendo la enseñanza y el ejemplo de su famoso abuelo José Cayetano Carreño.

Que los seis hijos varones (descartando al segundo José Lino, quien murió al año de nacer, en 1798, y a las dos hijas por no permitírseles a las mujeres participar en la música litúrgica pública) y dos nietos varones del maestro de capilla José Cayetano Carreño tuvieran la posibilidad de laborar como niños prodigios de la música catedralicia caraqueña, con constatadas habilidades vocales e instrumentales para ser contratados en varias de las plazas asalariadas de canto y de organista, alcanzado incluso dos de ellos a ejercer el exigente puesto catedralicio de maestro de capilla (Manuel Antonio ocupó el cargo desde la fecha de defunción de su padre, el 3 de marzo de 1836, hasta el 18 de junio de 1841, cuando renunció a favor de su hermano mayor José Cayetano “el hijo”, quien lo ejerció hasta su muerte, en diciembre de 1842) muestra la fuerte influencia de una efectiva escuela musical de tradición familiar caraqueña que obtendría el primer reconocimiento internacional cuando otro de los niños prodigios Carreño, en esta ocasión la primera niña (Teresa), debutó como pianista en Nueva York, en 1862. Hasta la fecha, la extraordinaria versatilidad musical de la familia Carreño habría sido asumida en Caracas como “normal” y acorde con el reciclaje generacional de niños prodigios integrantes de una esmerada escuela musical de tradición catedralicia. Porque el único parámetro que marcó en realidad la diferencia en la valoración musical de Teresa como niña prodigio, perteneciente a una familia musical conformada por tres generaciones de niños prodigios, fue haber tenido la oportunidad de salir del país para exponer su tradición educativa familiar a la opinión pública internacional, y principalmente ante el influyente crítico musical de Boston, John Sullivan Dwight. Crítico que se formuló insistentemente la siguiente pregunta después de escucharla debutar en Boston, en enero de 1863: ¿Dónde y con quién aprendió Teresa Carreño a tocar el piano con tanta maestría artística?

La respuesta a la pregunta del crítico musical americano Dwight sobre la prodigiosa trayectoria pianística de Teresa con solo 8 años de edad, es harta explicada hoy día por todos los libros de historia de la música europea interesados por los distinguidos vástagos de las familias (y generaciones) de músicos como los Scarlatti (en Italia), los Couperin (en Francia), los Benda (en Bohemia), los Bach (en Turingia) y los Mozart (en Salzburgo), entre los más conocidos. Es decir, con idéntica presión familiar de pertenecer a un linaje de músicos que han recibido no sólo la credibilidad de una vena artística que legitima, por derecho a ella, la gloria de sus antepasados músicos, sino también la tradición de una efectiva enseñanza musical desde la cuna, que permite mantener la condición de niños prodigios en varias generaciones de una misma familia. Baste en este sentido recordar que hasta el nacimiento de Teresa Carreño, nueve miembros de tres generaciones de la familia Carreño habían sido reconocidos en Caracas, a través de diferentes condiciones y exigencias musicales, como destacados cantantes e instrumentistas, todos varones porque eran los únicos que podían ejercer un cargo laboral catedralicio desde los 6 años de edad.
Descartando pues la evidencia de que Teresa fue la única de tres generaciones de niños prodigios Carreño que tuvo la oportunidad de mostrar sus tempranas y excepcionales dotes musicales familiares en un gran escenario urbano como Nueva York, debemos preguntarnos: ¿Qué exigencia cultural, si no era pues únicamente la familiar, habría podido existir en Venezuela para que una niña de tan sólo 6 años de edad tocara diariamente 580 ejercicios pianísticos preparados por su padre, para que a los 8 años de edad pudiera interpretar obras de enormes dificultades técnicas y expresivas como el Capricho Brillante, op. 22, de Felix Mendelssohn (1809-1847), alcanzando una maestría artística superior a la de cualquier niño prodigio hasta entonces aclamado en los principales escenarios de los Estados Unidos y Europa, cuando todavía a mediados del año 1862 la principal meta de vida conocida para Teresa Carreño, a semejanza de la de sus familiares músicos que habían sido también niños prodigios, era seguir viviendo en Caracas? En otras palabras: ¿Qué nivel de exigencias musicales si no eran pues las tradicionales familiares permitió a Manuel Antonio preparar a su hija Teresa, siguiendo su efectiva escuela musical catedralicia, para tocar a un nivel de perfección y exigencias artísticas que sólo la oportunidad de salir del país demostró superar, con creces, las aspiraciones musicales para los niños prodigios de su edad en cualquier lugar del mundo?

Como respuesta tenemos que la habilidad musical de Teresa Carreño no sería sino la misma que tuvieron tres generaciones de niños prodigios Carreño pero la única aclamada por críticos expertos internacionales, aun cuando todos habrían pasado por idénticas exigencias educativas para iniciarse en la música, primero vocal y luego instrumental, sólo variadas por las necesidades y disponibilidades compositivas, sociales y principalmente laborales de cada generación. Además, no se conoce el nombre de destacados cantantes y pianistas venezolanos internacionales anteriores a la aclamación en Nueva York de Teresa Carreño, por lo que no se puede (ni debe) descartar que Manuel Antonio (cantante, organista y maestro de capilla) fuera también un virtuoso del piano a quien le faltó en Venezuela el experto crítico musical que pudiera informar a tiempo a su padre (como sí lo tuvo el de Teresa) sobre la ventajosa condición que se le ofrecía como niño prodigio para proseguir con éxitos artísticos y económicos la carrera profesional como músico internacional, con hábiles profesores, expertos críticos y exigentes públicos que sí contó Teresa Carreño. Por el contrario, se registra en actas eclesiásticas (sin precedentes) que cuando Manuel Antonio sustituyó a su hermano mayor Juan Bautista en el cargo de organista, desde el 10 de noviembre de 1826, contando sólo 13 años de edad, el Cabildo mandó un comunicado a su padre y maestro de capilla para advertirle que no bastaba ensayar, practicar y adiestrar a su hijo en la ejecución de dicho instrumento musical sino que además le debía prevenir al niño de tocar el órgano de manera “devota y gravemente como corresponde en las iglesias catedrales”. En cierta manera, se implica que el niño Manuel Antonio era conocido, a muy temprana edad, por gustarle tocar el órgano con mayor ímpetu y energía que el sugerente lento y pausado (y por lo mismo quizá hasta fastidioso para un niño de talento) que se correspondería con la manera “devota y grave” exigida por el Cabildo eclesiástico para la ejecución de la música catedralicia caraqueña en la época.

El destino quiso, en todo caso, que Teresa Carreño fuera la única de los niños prodigios de la familia Carreño en exponer a la crítica internacional el trascendente legado educativo catedralicio de tradición paterna que se remonta al siglo XVIII. Tradición masculina generacional como maestros de capilla que sólo la habría podido heredar José Ciriaco “el sobrino” de su padre José Cayetano Carreño-Muñoz de no haber muerto éste muy joven, ejerciendo el cargo en la catedral, en diciembre de 1842. Con esta muerte, la familia Carreño se despidió para siempre de la tradición musical catedralicia transmitida directamente de padre a hijo, ocupando reconocidas labores profesionales públicas como músicos meritorios, cantantes, organistas (e instrumentistas) y maestros de capilla, hasta que Manuel Antonio tuvo la oportunidad (y sin duda también las herramientas musicales familiares) de legar dicha tradición catedralicia a su talentosa hija, a pesar de que a ésta no le deparaba ni siquiera la posibilidad de ser cantante de la capilla musical en Venezuela. En todo caso, debemos a Manuel Antonio haber tenido la imaginación necesaria (y el profundo interés por la pervivencia de la tradición familiar) para transformar su legado educativo catedralicio, reconocido principalmente en la efectiva tradición de los varones Carreño llegados a “maestros de capilla”, en un método de enseñanza vocal y pianística con el cual adaptar la excepcional disposición musical de su hija a las nuevas necesidades artísticas de su generación, llevándola a convertirse como sabemos (manteniendo en cierta manera la lógica consecuencia de su excepcional tradición familiar catedralicia) en la primera “maestra de piano” venezolana de prestigio mundial. Culto internacional a la destacada artística que legitima, con la justa veneración de sus restos mortales en el solemne Panteón Nacional, una hermosa historia familiar de niños prodigios. Teresa Carreño, el último prodigio de una efectiva escuela musical catedralicia en Venezuela.

Lecturas recomendadas:

ALCIBÍADES, Mirla. Manuel Antonio Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 12. Caracas: Editorial Arte, 2005.

CARREÑO, Teresa. “Possibilities of tone color by artistic use of pedal”. Edición facsimilar realizada por David Coifman. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 67-103.

COIFMAN, David. “Recuerdos americanos de Madame Teresa Carreño”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 41-65.

COIFMAN, David. “Teresa Carreño es más que un mito”. El Nacional, Cuerpo B-8, 17 de diciembre de 2003.

COIFMAN, David. “‘Bajo la forma de un ángel’. La visita de Teresa Carreño a España (1866)…y otros nuevos datos biográficos”. www.mundoclásico.com/ Publicado, el 22 de diciembre de 2011.

GUTIÉRREZ, Jesús Eloy. Para conocer a Teresa Carreño. Caracas: Gráficas León, C. A., 2003.

MANN, Brian. “Nuevas apreciaciones sobre el comienzo de la carrera musical de Teresa Carreño: años 1862-74”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 14-39.

MEISSNER, Inés. Vida, labor y obra de la pianista venezolana María Teresa Carreño. Caracas: Italgráfica, 1989.

MILANCA GUZMÁN, Mario. ¿Quién fue Teresa Carreño? Caracas: Alfadil, 1990.



MILANCA GUZMÁN, Mario. “Teresa Carreño: cronología y manuscritos”. Revista Musical Chilena, 42 / 179 (julio-diciembre, 1988), pp. 90-135.

MILANCA GUZMÁN, Mario. Teresa Carreño: gira caraqueña y evocación (1885-1887). Caracas: Cuadernos Lagoven, 1987.

MILINOWSKI, Marta. Teresa Carreño. Traducido del inglés del original Teresa Carreño: by the grace of God (1940), por Luisa Elena Monteverde Basalo, con notas de Walter Guido y Mario Milanca. Caracas: Monte Ávila Editores, 1988.

ROJO, Violeta. Teresa Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 17. Caracas: Editorial Arte, 2005.

Fotografías: "Archivo Histórico Teresa Carreño" /Colección Fotográfica Centro Documental, Teatro Teresa Carreño, Luis Brito.

Madrid,  diciembre de 2013
*Pianista, musicólogo venezolano, miembro de la Academia Nacional de la Historia.

La niña prodigio: entre el piano y la composición

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Por David Coifman*
Entre el 30 de diciembre de 1862 y el 30 de enero de 1863, el periódico Boston Daily Evenings Transcript publicó a diario entre uno o dos anuncios publicitarios sobre los distintos recitales que Teresa Carreño ofrecería ese mes en el “Boston Music Hall” de dicha ciudad americana. El 21 de enero de 1863, se recoge sin embargo la primera vez de una práctica que será habitual a lo largo de las presentaciones juveniles de Teresa Carreño por Europa. La práctica consiste en ofrecer a la venta la edición de una obra supuestamente compuesta por la niña prodigio que había sido muy aclamada durante sus presentaciones, principalmente utilizada como encore final. De esta manera, la reputación de la niña prodigio crecía tanto en su condición de versátil pianista como por su precocidad en la composición musical.

En la ocasión de sus primeras presentaciones en Nueva York, a finales de 1862, y en Boston, a principios del año de 1863, fue muy aclamada por su interpretación de una “polka” que sería conocida como “Polka Teresa Carreño” (en inglés: Teresa Carreño Polka). Y, en efecto, la obra fue ofrecida a la venta pública, por primera vez, en el citado periódico de Boston, del 21 de enero de 1863, que aquí incluimos. Lo sorprendente es que la obra es ofrecida como “escrita por Adolph Baumbach”. Este compositor americano, muy poco referenciado por las enciclopedias americanas, es conocido por su producción de obras populares, entre las que se incluyen un variado número de polkas para piano.
Sin embargo, parece haber sido muy conocido por componer obras que harían muy famoso a otros autores, siendo quizá un ejemplo de la correspondencia con el llamado “negro” o escritor real detrás de algunos famosos autores. En todo caso, ninguna de las que se conocen de este autor hoy día lleva por nombre “La Polka Teresa Carreño”, en cambio su composición se corresponde con la fecha en que la artista se hizo muy conocida por interpretar en Nueva York y Boston “su” famosa polka. Todo lo cual nos obliga a preguntar: ¿Es la polka de Teresa Carreño, hoy identificada como su opus 2, en realidad de su autoría o fue escrita por Adolph Baumbach? Traer pues a reflexión esta información es sólo un ejemplo del enorme trabajo hemerográfico que aún falta por realizarse sobre la aclamada artista internacional, de la que ahora celebramos el 160 aniversario de nacimiento.
*Musicólogo, miembro de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
Madrid, diciembre de 2013


Teresa Carreño: aproximación a una grandeza

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Teresa Carreño: aproximación a una grandeza*
Por Benjamín Jenne

"The World's Greatest Woman Pianist", tal era el título que se daba ya en vida a la venezolana Teresa Carreño (Caracas 22 XII 1853 – N. Y. 12 VI 1917) pianista, compositora, pedagoga y cantante. En el campo de las artes interpretativas fue la primera artista de renombre auténticamente mundial de todo el continente americano. Dió a conocer su arte no sólo en toda Europa y parte de América, sino incluso en África del Sur y Oceanía.

Hacer una lista de todas las eminencias con quienes tuvo contacto es casi un índice de personalidades de la cultura musical occidental de ese tiempo. Hombres de tan disímiles culturas y épocas como Rossini y Bartók, llegaron a admirarla. Su temperamento, dominio técnico, sonido, gran repertorio, sentido estético y personalidad, subyugaron a creadores, críticos y públicos por igual. Fue además una de las mujeres más bellas de los escenarios de entonces. Su vida personal no fue fácil. Desde muy joven debió asistir económicamente a su familia. Sus cuatro matrimonios fueron motivo de comentarios y su papel como madre estuvo lleno de preocupaciones.

Elhermosísimo libro de Marta Milinowski sobre Teresa Carreño fue escrito con una absoluta admiración; produce un efecto contagiante y crea la imagen de un ser sobrehumano. Pero curiosamente y ante todo esto, hay quienes aún con cierto respeto y solapadamente se atreven a dudar de tanta maravilla. El problema está en que la magia de Teresa Carreño como fenómeno artístico, no ha sido analizado aún en toda su profundidad. Y si bien hay otros (pequeños) libros, no existe un estudio que permita establecer una actitud de interpretación alternativa al personaje.
Ni mucho menos, se ha hecho una aproximación explicativa
a su arte como tal.

No obstante algo se nos hace evidente; si bien el talento
puede surgir en cualquier lugar, son las circunstancias subsiguientes las que determinarán su destino. Y en Teresa Carreño, hubo una genial capacidad de percibir su ambiente. Observar en él los hechos, los valores y a los hombres.        

Analizarse en perspectiva a ellos y realizar luego un incesante proceso de desarrollo. Seguramente no sin errores y dolor, de lo que poco sabemos, y cuyos resultados al fin exitosos, la fueron llevando a los máximos niveles de su arte en el mundo.

Así, Manuel Antonio Carreño fue quizás el mejor padre que pudo tener, hombre excepcional, creador del famoso "Manual", hizo de su hija una dama impecable en las altas esferas y los "580 Ejercicios" que le compuso seguían las ideas cromáticas de Liszt, sin conocerlo entonces. A ellos atribuía la Carreño, parte de su dominio técnico.

La tuteló el excéntrico Gottschalk, quien la introdujo en el hipervirtuosismo y fue el primer profesional en declarar su  genio.

Georges Mathias, alumno de Chopin, le transmitió el estilo del bardo polaco, que pasó a ser entonces uno de sus autores favoritos. A los veinte años se casa con Emile Sauret, ésto la introduce al refinado arte del violín. Sauret llegó a ser un gran violinista y su "Gradus ad Parnassum'' es un zenith del virtuosismo pedagógico. Los matrimonios con los hermanos Tagliapietra, la amistad con Rossini y las hermanas Patti la vinculan al mundo del Bel Canto. Su toque adquiere entonces mayor expresividad y sonido.

Antón Rubinstein, "el mayor pianista después de Liszt" fue quizá el espíritu más afín a la Carreño. Le trasmitió ante todo, el sentido de honestidad artística. Ambos se adoraban y Teresa Carreño obtuvo de él, no menos de lo que pudo darle Liszt. Su tercer marido, el pianista y compositor Eugene De Albert, hombre difícil pero de talento indiscutible, fue un gran intérprete de los clásicos como Bach y Beethoven. Su influencia y el de la cultura alemana en general, marcaron el arte de la Carreño elevándolo decididamente al más alto nivel mundial. Desde entonces su repertorio adquirió solidez conceptual y estética hasta el fin.

Evidencias muestran como Teresa Carreño no fue jamás pasiva con sus dones, trabajando su arte incesantemente. Como creadora, en sus páginas más logradas hay un gran sentido para los efectos pianísticos y eufonía permanente. La elegancia, brillo y sutil ternura de esas pequeñas piezas debieron fascinar al público de entonces.

Como maestra, no tuvo suficientes alumnos como para legar una tradición, pero una de las eminencias grises del piano de este siglo, Egon Pietri, estudió con ella antes de ser alumno de Busoni. Y sus ideas pedagógicas revelan una mente preclara, que teóricamente como maestra la colocan a la par de pioneros incomprendidos como Simón Rodríguez.

Hacia finales del siglo, mucho se investigaba sobre la esencia del virtuosismo. Cuando antes todo eran "dedos", ahora se buscaba cómo dominar las acrobacias de las nuevas obras. Rudolf María Breithavpt, dedicó a la Carreño su monumental escrito sobre el toque por peso y relajamiento. Y así, desde una perspectiva histórica, la Carreño fue vista también como el epítome que sintetizaba el mayor hallazgo en materia de técnica pianística de entonces.

Las antiguas grabaciones por su distorsión, suelen crear hoy suspicacias. Pero si bien dichos registros no son elocuentes para neófitos, el oído conocedor sí puede discernir una idea muy aproximada de lo que debió ser la artista en condiciones apropiadas. El dudar de una grandeza por esas grabaciones, y decir que hoy no serían aceptadas es tan injusto como absurdo, ya que cada quien sólo vive en su época, y es en esa cronología que cuentan sus logros.

En este sentido la Carreño, tuvo la admiración de las élites más cultas y con frecuencia de los propios creadores de las obras interpretadas. Hoy hemos cambiado ese privilegio por el dudoso de la técnica y por los "valores" de la cultura de masas. Teresa Carreño grabó solo unos cuantos rollos de piano la, pero a pesar de su deficiencia sonora, se perciben en ella todos los elementos que caracterizaban el llamado "gran estilo" de eminencias del pasado como Busoni, Paderewski o Rosenthal. Sus incisiones de Schubert, Liszt y Chopin, por ejemplo, denotan un control absoluto del "rubato", cualidad que sólo se da con el dominio de una técnica completa. Y había en ella un concepto espléndido de los estilos, por lo que parecen cada vez, pianistas diferentes.

Y si aceptamos que la "perfección" es más que todo una teoría, la grabación del Nocturno Op.48 No. 1 de F. Chopin, es la "sugerencia" más hermosa que se ha hecho de esta obra en disco. Sincretismo de tristeza, pasión y belleza, quizás esencia de ella misma.

Hace algún tiempo, el entonces afinador oficial del Teatro Leonardo Pizzolante nos comentaba que durante la última presentación en Caracas del genial pianista chileno Claudio Arrau, fue conducido por él a probar el piano. Elgran artista, ya anciano, se detuvo antes en el centro del escenario, contempló la gran sala vacía
con admiración y asintiendo con la cabeza dijo: "Así que por fin, se acordaron ustedes de quién fue nuestra Teresita Carreño?" Si Maestro, afortunadamente.


*Este artículo se publicó inicialmente en el libro Teatro Teresa Carreño. XV Aniversario. Caracas, Fundación Teresa Carreño/Fundación Cultural Chacao, 1998.

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Teresa Carreño: 

la "Leona del piano" y el amor a su patria*.
Por Lucila Palacios

Antes de dar comienzo a mi disertación quiero referirme al hecho de que el ciudadano Presidente de la República, señor Carlos Andrés Pérez, ha creado un precedente al invitar por vez primera a la mujer venezolana a ocupar la tribuna del Panteón Nacional.
En nombre de todas mis compañeras de lucha por la igualdad social quiero expresar nuestro reconocimiento al señor Presidente por su iniciativa, y en mi propio nombre le agradezco la deferencia con que me ha honrado. Al mismo tiempo deseo expresar mi agradecimiento al Dr. José Luis Salcedo Bastardo, Ministro de Estado, Asesor para Asuntos Científicos, Tecnológicos y Culturales, por su valiosa colaboración. Hago llegar también mi palabra de gratitud al Ministro de Relaciones Interiores, Dr.Octavio Lepage y a la Dirección de Protocolo por las atenciones que me han dispensado.
"He amado a Venezuela, la he amado a veces por sus desgracias, otras por la generosidad de su Naturaleza y siempre como a una madre irremplazable. En su seno quiero dormir el sueño de la tierra. Es allí donde deseo que reposen mis cenizas".

Así dijo Teresa Carreño en un minuto de recogimiento, de encuentro consigo misma, de reflexión acerca de la vida del ser humano que tiene un límite.Su grito de amor, su apasionada súplica, fue recogida. El 15 de febrero de 1938, en el Cementerio General del Sur, se depositaron sus restos mortales. Todo parecía concluido. Era ya una realidad la integración de Teresa con la madre tierra.

Mas en el espíritu de los venezolanos, de los músicos, de los artistas en general, empezó a germinar una aspiración. No bastaba conque la gran pianista hubiera llegado a la tierra nativa. Era necesario llevarla hasta el sitio digno de su gloria. El sitio en donde pudiera reposar en contacto con el polvo del suelo patrio y alternar con los inmortales.
Las puertas del Panteón Nacional empezaron a abrirse para recibirla. Había un lugar vacío destinado a ella. Más de treinta años dejaron caer su peso sobre el país sin que se cumpliera esta aspiración. Durante ese lapso maduró la conciencia de Venezuela. Rectificaciones de fondo se operaron tanto en la estructura corporal de la patria como en el orden de sus principios ductores. Y como una consecuencia de tal evolución le llegó el turno al 9 de diciembre de 1977. En este día, hoy, un Gobierno que representa cabalmente el libre ejercicio de la soberanía venezolana, está cumpliendo con orgullo el deber de honrar a una de sus más ilustres compatriotas y un pueblo ratifica con su asentimiento el acto de justicia.
Bajo el dintel del austero recinto del Panteón, han pasado los héroes y los hombres de pensamiento. Ahora, en su espacio abierto, por donde también cruzara Luisa Cáceres de Arismendi, se perfila la imagen de la mujer que se fue por el mundo y lo llenó de acordes musicales y le hizo sentir la presencia de Venezuela y la presencia caraqueña. Porque Teresa Carreño era una hija de Caracas y llevaba en sí misma la pasión de la ciudad procera. En su casa, en el hogar de Manuel Antonio Carreño y Clorinda García de Sena y Toro, la niña oyó hablar de historia. Gesto y locura gloriosos de Andrea de Ledezma, aventura apasionante de Francisco de Miranda, creación y andanzas de un Bolívar casi de leyenda. Todo el pasado heroico, toda la pujanza de su tierra nativa, tambor y guarura en el aborigen defensor de sus dominios, diana y clarín en los ejércitos libertadores, forjaron la primera sinfonía que recogió su oído musical. Mas el artista no se nutre únicamente con la historia. Se nutre también con el paisaje. Y hasta ella bajaban los rumores del Ávila, crepitar de los árboles, susurro del agua de sus quebradas, canto de los pájaros y esa voz silenciada de un presunto volcán extinto que en la lucha por la independencia hizo sentir en el pueblo su simbólica y violenta explosión. Y todos estos elementos históricos, y todos estos elementos autóctonos quedaron fundidos en su espíritu para siempre, y dieron forma a una personalidad de tan recio temple, tan avasalladora, que ya no fue únicamente venezolana y caraqueña sino que llegó a ser universal.
Hay que seguir paso a paso la trayectoria de Teresa, sus reacciones anímicas, su sensibilidad artística, para poder formarse una idea cabal de tan extraordinaria personalidad. Las nuevas generaciones apenas la conocen. Por eso, al escribir o hablar sobre ella, es casi un deber el trazar sus rasgos biográficos, el iniciar su estudio desde la infancia cuando ya daba muestras de ser una criatura genial. Dicen que desde la cuna -y no es leyenda- la niña seguía el ritmo de las canciones conque la adormecían. Manuel Antonio Carreño fue su primer maestro de música. Y pronto se dio cuenta de las aptitudes de su hija. La oyó improvisar y ejecutar algunas melodías que ejercían sobre los oyentes una extraña fascinación. Llegó un momento en que él se sintió incapacitado para seguir adelante en su función de preceptor. La alumna había superado al maestro. Entonces piensa en recurrir a nuevos recursos para ampliar la educación musical de Teresa, para ampliar el campo de su trayectoria futura.

En esos días la familia se mueve entre dificultades económicas y azares políticos. Carreño había sido Ministro de Relaciones Exteriores durante el ejercicio presidencial de Manuel Felipe Tovar, y Ministro de Hacienda durante el gobierno de Pedro Gual. Cuando este último fue derrocado se hizo un cerco de suspicacia, de intrigas, de rencor, en torno a sus colaboradores. Manuel Antonio educador; músico, autor de los "500 Ejercicios para Piano" destinado a los estudiantes de ese instrumento, y quien ha escrito varias obras didácticas y un "Manual de Urbanidad" para los jóvenes, a pesar de obra tan meritoria no puede escapar de las presiones de su época. Estas circunstancias adversas plasman su deseo de alejarse del país, precipitan su viaje. Con la ayuda económica de la abuela materna de la niña, doña Gertrudis del Toro, en un día de julio, mes caliente y de mar irritado, abandonan el puerto de La Guaira, y hacia New York se encaminan los Carreño, hacia New York se encamina Teresa "con las manos ausentes, diciendo siempre adiós, sonoras de turpiales, pegadas del teclado de los mares, volando en el cordaje de los vientos" como lo dijera una vez Andrés Eloy Blanco es este mismo recinto en el instante de la inhumación de los restos de Pérez Bonalde. Hacia un destino desconocido se encamina la futura "virtuosa" del piano.

Ella había sido la niña-prodigio en su ciudad natal. Había tocado el piano e improvisado "delante de las visitas, los periodistas y los diplomáticos amigos de su padre". Había aparecido en la primera página de los periódicos caraqueños. Y esta popularidad despertó la inquietud del padre y educador, siempre alerta y en defensa del talento de la hija y discípula. El teme que el exceso de halago termine con el afán de superación de Teresa, que su vocación se ahogue entre ditirambos y genuflexiones. En Nueva York las cosas cambian. Allí no se proyecta el recuerdo de don Cayetano, precursor musical de la familia. Allí no se siente la influencia social y artística de los Carreño. El ambiente es duro, casi inflexible para los recién llegados, para los desconocidos. Teresa tendrá que abrirse paso por sí misma, rodeada de caras nuevas y adustas, de maestros que la estudian y analizan, cuyo fallo será decisivo en los primeros días de su permanencia en tierra extraña.

El fallo fue favorable. Apenas lleva cuatro meses en la república norteña y ya ofrece su primer concierto. El acto consagratorio tuvo lugar el 25 de noviembre de 1862. Rodeada de una critica favorable, de la opinión pública y de los expertos en la música, poco tiempo después actúa como solista con la Orquesta Filarmónicade Boston. Se ha iniciado la carrera sin interrupción de una pianista siempre en ascenso, cada vez con mayores posibilidades de éxito.

Tiene diez años y ya empieza a saborear la gloria. La Casa Blanca se interesa.El Presidente Lincoln logra oírla y se emociona visiblemente. Después sigue hacia Cuba y en la Habana despierta un interés indescriptible. Respaldada por una brillante aunque corta trayectoria; bajo la tutela artística del padre, Teresa emprende un nuevo viaje. Se aleja del nuevo continente rumbo a Europa, su gran escenario del mañana. 
A medida que pasa el tiempo va creciendo la fama de la joven pianista venezolana. Mas el éxito no envanece a la mujer excepcional. El hecho de ofrecer conciertos en las principales ciudades de Europa en donde puede alternar con las más altas figuras mundiales, le sirve de estímulo. Ella trata de perfeccionar sus condiciones de pianista, la técnica adquirida, hasta lograr su propia técnica. Llega a ser dueña de una gran fuerza en la ejecución, domina el teclado, lo hace suyo, le arranca sonidos inesperados. A veces la crítica formula algunos reparos, algunas observaciones, pero queda dominada por su genio. Sobre todo, Teresa Carreño conquista al público con su temperamento apasionado, rebelde casi, un temperamento moldeado en el crisol del trópico.

Durante el lapso de su evolución como pianista la suerte le depara grandes sorpresas. Empiezan a surgir las contradicciones que han de envolver el resto de su existencia. Si ella es una triunfadora en el piano, si se ha distinguido como ejecutante, si logra impresionar al auditorio con sus brillantes interpretaciones musicales, si ha obtenido el aprecio de Rubinstein y de Rossini, si Franz Litz con una frase laudatoria la colocó a su mismo nivel, no sucede lo mismo con su vida íntima, con su vida sentimental. Contrae matrimonio con un afamado violinista, Emile Sauret, y la unión dura poco. Luego, subyugada por la personalidad del cantante Giovanni Tapliapietra celebra sus nuevos desposorios. Pero Tagliapietra es un hombre impulsivo dominante y pagado de sí mismo y choca con el vigoroso temple de su esposa.

Mas tarde Teresa llega de nuevo al matrimonio con Eugenio Francis Charles D'Albert. Posiblemente éste fue el hombre que ejerció mayor influencia en la Carreño, en su formación de concertista. El era un genial intérprete de los grandes maestros, Beethoven, Litz y especialmente Juan Sebastián Bach. Mas a pesar de la afinidad artística, el vinculo matrimonial quedó también deshecho. Por fin, con Arturo Tagliapietra, Teresa logra la normalidad del hogar, compañerismo y amor hasta el día de la muerte.

¿En qué abismos psicológicos, en qué ambiente emocional se movía Teresa Carreño en esos períodos de su vida? ¿Trataba ella de ser el elemento dominante en la intimidad familiar y en la música y la controversia surgía a causa de que el marido quería ser el dominador de la mujer y de la artista? ¿Confundía ella al hombre de carne y hueso con el instrumento de cuerdas de acero o por el contrario él concedía mayor importancia al aspecto mecánico de la profesional que a su condición humana? En Teresa la belleza fisica y espiritual y el arte en su máxima expresión deben de haber forjado una alianza, defensiva del personaje integral, coraza contra la cual se estrellaba el afán de predominio de la personalidad masculina. Fueron pruebas muy duras, de dolor, de incertidumbre, de angustia y desesperanza. Pero quizás tales pruebas contribuyeron a su éxito definitivo, Fue en esas horas, cruciales de su vida cuando ella pudo probar la fuerza de su voluntad. En esos momentos no sólo se hallaban en juego la estabilidad y la dicha conyugales, sino también la trayectoria artística. Teresa no abandonó jamás Ia lucha por su ideal. Dominó sus penas, les impuso su propio sello, tal como se lo había impuesto al piano. Y en esta actitud decidida y valiente radica en parte su grandeza personal. Ella comprendió el verdadero sentido de su vocación, de su proceso evolutivo musical, y la importancia del mantenimiento, de la continuidad en la función que desempeñaba. Tal vez pensó en los triunfadores, hombres o pueblos. Hizo su análisis. Triunfan los tenaces, triunfan los perseverantes. Y se ciñó a su ejemplo y dio ejemplo. Nada ni nadie logró arrancarla de su sitial frente al piano. Nada ni nadie logró desviarla de la línea de conducta artística que se había trazado.

 La profesión de Teresa la obligaba a viajar, a cambiar de país y de ambiente.Era un continuo peregrinaje a través del océano, bajo el cielo ¿Cuál de las dos inmensidades correspondía mejor a su sensibilidad musical, a su romanticismo? El mar ya le había mostrado su fiereza en aquel naufragio en donde estuvo a punto de perder la vida, en el primer viaje, mientras se dirigía con sus padres a Norte América. El cielo estaba lejos de su alcance de criatura mortal, de manos aladas sobre el teclado. Mas los creyentes y los poetas han situado la mansión de los espíritus celestes a grandes alturas, más allá del aire límpido, de la atmósfera que rodea a los humanos. Y en esa mansión todo es armonía. Música de alas, música de liras, música en la voz del querubín que se escapó temprano de la tierra y fue a ocupar un sitio al lado del artífice de las galaxias infinitas y su distribución armónica y su ritmo regular y eterno. Teresa durante sus viajes debe haber dejado correr su fantasía en la perenne contemplación de ese mar y ese cielo subyugantes, magníficos; debe de haberse sumergido espiritualmente en su azul, en su inquietud, en su misterio, de donde emanan esas fuerzas desconocidas que rodean al Creador y lo sumen en el éxtasis o lo arrebatan en el vértigo. Y no pudo escapar del hechizo. Cae en el juego envolvente de la creación. No es únicamente una pianista, es también una compositora. Y si en la interpretación de los grandes maestros su ser se transforma  en un tenso cordaje lírico, en la producción musical, propia, todo cuanto lleva en sí misma de emocional, se vuelca, se derrama. Es larga la enumeración de todos sus títulos con sus influencias, sus matices, sus gradaciones emotivas. El "Cuarteto para Cuerdas en Si Bemol" es considerado como el mejor fruto de su madurez. Los expertos en composición creen encontrar reminiscencias de la patria lejana, ritmos folklóricos venezolanos en "Bal en reve Opus 26". El "Himno a Bolívar" es el estremecimiento de su fibra patriótica, el "Vals a Teresita" un latido de su corazón de madre, el "Saludo a Caracas" un encuentro de amor con la familia y la casa solariega contemplada a distancia en el curso de veinte y tres años.

A Caracas volvió y su ciudad la recibió con alborozo. La pluma de Teresa Carreño es el mejor testimonio del cálido recibimiento caraqueño. "Toda la ciudad salió a recibirme, con una banda de música, discursos y todas las demostraciones de afecto de mis conciudadanos" -comenta en una carta dirigida a su amiga Carolina Keating Reed- Mas no quiere entrar en detalles por temor a que se confunda su alegría con un gesto de vanidad. A pesar de sus escrúpulos, a lo largo de la misiva confidencial confiesa: "Mi entrada a la ciudad fue de tal regocijo general que las calles por donde pasaba mi carruaje, desde la estación hasta la casa, estaban llenas con una multitud que me aclamaba y ondeaba sus sombreros y pañuelos como si yo fuera una reina que entrara a su ciudad. Puesto que las ovaciones, flores, discursos, serenatas, condecoraciones, medallas y en fin toda clase de demostraciones agradables y honoríficas recaían sobre mí, me he sentido durante todo el tiempo como si no mereciera nada de esto y fueran pocos mis méritos en comparación a los honores que recibía. El Gobierno me concedió el "Busto del Libertador" el más alto honor que se concede a alguien". Y dando rienda suelta a su expansión, continúa: "Lo que más me conmovió fue una bella medalla de oro que la prensa de Caracas me entregó con un pergamino que contenía tantas alabanzas que a duras penas me reconocí en ellas después de haberlas leído".
Guzmán Blanco había retornado al poder. Deslumbrado por el brillo de su compatriota la autoriza para regresar a Europa y contratar una Compañía formada por cantantes de renombre, a fin de presentarla en el Teatro Municipal. Teresa Carreño se dispone a hacer efectiva la disposición presidencial pero no tiene suerte en su gestión. Debido a la proximidad del invierno los más afamados cantantes europeos ya estaban comprometidos para la temporada invernal y ella tuvo que conformarse con un grupo mediocre. En Venezuela la Compañía de Opera no gustó. Caracas era muy exigente en materia de canto y música y rechazó al elenco operístico.       

Los opositores del gobierno aprovecharon estas circunstancias y empezaron a moverse en la sombra. El escándalo se produjo. Al parecer, la maniobra estaba dirigida contra Guzmán. Pero envolvió a Teresa.

Las figuras célebres están expuestas a las reacciones de los pueblos. Casi nunca se les contempla desde un ángulo imparcial. Se les endiosa o se le denigra.

En este último caso, la crítica acerba tiende a deformar la personalidad. Rodeada de una atmósfera agresiva Teresa se sintió en peligro: su reputación artística podría ser destruida. Y en tal emergencia se muestra de cuerpo entero, en la plenitud de su energía. Adopta una actitud resuelta: asume todas las responsabilidades. La noche en que el teatro es abandonado por el Director de Orquesta toma la batuta por primera vez en su vida y dirige magistralmente "La Favorita" y "La Sonámbula".    

Aquel gesto de un valor casi rayano en la temeridad, aquel desafío a unos contrincantes poderosos, unido a su porte de reina, a un nombre artístico limpiamente ganado, hicieron su efecto. La crisis fue conjurada pero ya el fracaso había tenido lugar y no se podía reparar el daño. No obstante, ella cumple sus compromisos, cubre el resto del programa y sale de su país con la frente en alto, amargo el corazón pero serena la conciencia.

Ubicada en el signo de los grandes caraqueños impulsados y resueltos hacia el mundo como Bolívar, Bello y Miranda, quienes encarnan un concepto inobjetable de la libertad, Teresa Carreño también combate por una liberación: en su actitud asume la defensa del artista casi siempre desasistido de ayuda social, juguete de la  opinión, cuyos méritos trata de despedazar la jauría de los intereses creados. Está siempre de pie, dispuesta a emprender una nueva jornada. No se conforma con ser lo que es, ni con dejar a la posteridad sus partituras y su versión de gran intérprete.       

Aspira a redondear su obra como educadora en el campo musical. Toma la pluma y escribe. Condensa sus experiencias en un libro "Las posibilidades del color del sonido a través del uso artístico del pedal". Dicta una serie de reglas que pueden ser útiles a los estudiosos del piano y que responde a su naturaleza generosa: dádiva del espíritu y de una larga trayectoria de trabajo.

Al escribir su obra didáctica Teresa proyecta una nueva imagen de Venezuela. Se trata de una variación de su actividad diaria, no menos importante en la cultura: la labor docente. Y al realizar aquella nueva incursión por los predios de la música no hace mas que repetirse a sí misma. Ella ha sido durante toda su vida una perenne lección de perseverancia, animada por el arte más puro, y mantenedora de la procedencia sudamericana que hace sentir en todas sus interpretaciones.

La llegaron a llamar "la leona del piano" porque había momentos en que su actuación tenía la sonoridad de una selva donde cantan sordamente las cataratas y rugen los pumas. Y esta impresión la recogían todos cuantos la escuchaban, y recorrió los países de Europa, los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia y África del Sur. Las críticas coincidían, se enlazaban unas con otras, las opiniones parecían partir de un lugar común aunque estuvieran situadas en las más diversas latitudes.

En 1897, en el periódico "Advertiser" de New York, al comentar uno de sus conciertos, se decía: "o la oímos bajo la luz clara del mediodía o la oímos en medio de la selva tropical a la media noche, enmarcada por dos fogatas que hablan de felinos". En 1902, en una publicación especializada europea, Ida Marie Lipsius, después de haber asistido a uno de sus conciertos, ratificaba esta apreciación: "se ha dicho de ella que al escucharla se percibe el olor del aire de la pradera y el tronar de los volcanes sudamericanos. No se sabe que admirar más en ella, si sus brillantes pasajes arpegios, sus trinos y octavas fenomenales o su poder dinámico sin limites".

Y más tarde, al referirse a que Teresa había tenido oposición, la misma autora del anterior artículo periodístico añadía: "¿Pero quién se atreve a hablar después de escucharla en la Fantasía en Do Mayor de Schumann, en la Sonata Opus 109 de Beethoven o en una interpretación de Weber?" Y señala que todos los elementos críticos enmudecieron cuando "ella con su enorme voluntad de acero dominó su tremenda fuerza tísica y la cambió par control, por potencia espiritual". Y esa voluntad de que Teresa es dueña se atribuye a su ancestro, a la influencia telúrica del país de origen. En 1903, desde Berlín, el conocido y afamado musicólogo Rudolf Marie Breithaupt, se expresa en los mismos términos: "Su sangre hace su arte, su fuego hace su fuerza, su poder. Todo su genial instinto para el piano no valdría nada si no poseyera esa sangre y ese brillo. El fuego de una caraqueña, el volcán de un alma del Sur, estos dos elementos unidos a un ritmo de acero, hacen de ella un coloso, ante el cual se inclina el mundo entero. Su raza es su individualidad. Ella es la fuente de su dicción: su música y su arte se rigen por un principio dramático". Serie de observaciones que completa Max Reger, cuando desde Wisbanden, escribe: "Es posible que la ascendencia sudamericana haya tenido en Teresa Carreño la mayor influencia en su personalidad artística".


Ante propios y extraños ella estaba rodeada por el mágico ambiente de la patria distante. Se le consideraba como una mujer-pueblo una mujer-raza, una mujer que encarnaba la geografía de un continente y de un país. Mas a pesar de todos esos grandes triunfos, a pesar de su nombre y su prestigio, Teresa Carreño no disfrutaba de una posición holgada. Durante muchos años su piano fue el sostén de la familia.          

Esta larga cadena de obligaciones materiales le impidió gozar ampliamente de su arte, de la gracia divina que había tocado su alma para hacerla vibrar con arrebatadoras melodías. Su arte era compromiso. Quizás fue un dogal, a veces.
Mas todo cambió cuando ella decidió radicarse en Berlín. Alemania era entonces el centro de la cultura musical. Consagraba reputaciones o las destruía. A Teresa se le señalaba como "la mejor pianista del mundo". Alemania no le disputó el título que más tarde adquiriría perpetuidad en el mármol gris del Cornagie Hall de New York, donde en letras de oro figura grabado su nombre entre los de Franz Litz e Ignacio Jan Paderewski, como los tres grandes del teclado. En Berlín estuvo rodeada por la fama. Ocupaba un lugar relevante, y a veces no podía atender a todos los contratos que se le ofrecían. Empezó a formar parte de la ciudad, se ganó el cariño y el aprecio de sus habitantes. Como reina del arte -uno de sus muchos títulos- ejercía su reinado con gracia y dignidad.

La primera guerra mundial rompió el hilo de su vida reconstruida pues compartía su tiempo entre el arte y el hogar, entre el público de las salas de concierto y el marido y los hijos. En torno de Teresa y de todos los artistas radicados en Europa se cerró el cerco de la contienda. No tenían posibilidades para actuar, los teatros estaban vacíos, la música había enmudecido, sólo se escuchaban los partes oficiales y sus dramáticas informaciones, sólo se escuchaba a lo lejos el estampido del cañón.
Los Estados Unidos no habían entrado aún en la conflagración mundial cuando Teresa recibió un contrato ventajosísimo ofrecido desde New York. Se trataba de una red de conciertos que debía extenderse desde la metrópoli y que enlazaría a Boston, Chicago, Kansas City y "otras ciudades importantes" de la gran república norteña. En atención a esta oferta halagadora, Teresa acompañada de Arturo Tagliapietra y de sus hijos, se traslada a los Estados Unidos.

Pero ella dirigía siempre sus miradas hacia Venezuela y acariciaba un nuevo proyecto de viaje en 1917. En una gira que debía empezar por el Brasil, encadenar varios países latinoamericanos y terminar en Caracas, cifraba Teresa su más honda esperanza.

Sombra vetusta del Ávila bajo el rojo atardecer de marzo o la clara luna de enero. Rumor casi apagado del Guaire empobrecido. Fragancia de Galipán y su canastillo de flores. La Catedraly sus alegres campanas en los días feriados. Las calles de la ciudad estrechas o en renovación. Recuerdos del ayer, de la niña visionaria y su gran juguete: el piano. La Escuelade Música de Chacao en los recuentos del pasado colonial. Las innovaciones del arte en la nueva era. Todo un cuadro plástico de vivos colores se adueñó de la imaginación de la artista ante la cercanía del retorno a la patria.
Mas sobre ella cae un nefasto día. El 17 de junio de 1917 la envuelve en su sombra y su duelo. Dolor en las pupilas, dolor en las sienes, un entorpecimiento total, la clínica, el tratamiento médico que fracasa, la armazón física que sé desploma, y la muerte. Se produce una consternación en los círculos de arte, sorprendidos por la inesperada noticia. El mundo musical se estremece como si hubiera derrumbado una de sus columnas. Rodean el féretro de la célebre concertista y luego lo llevan en hombros las más eminentes personalidades artísticas reunidas en New York, entre ellas Ignacio Jan Paderewski, Joseph Stransky, Albert Spalding y otros.

Teresa Carreño había abandonado la tierra llevándose un último anhelo frustrado. Venezuela se le esfumó en la niebla de lo desconocido. No tuvo tiempo de llegar a ella, no pudo verla ni tocarla, ni aspirar su perfume, ni sentir su calor.

"He amado a Venezuela -había dicho- la he amado a veces por sus desgracias, otras por la generosidad de su Naturaleza y siempre como a una madre irreemplazable. En su seno quiero dormir el sueño de la tierra. Es allí donde deseo que reposen mis cenizas".

Es el testimonio de un amor que resistió a todas las pruebas. El amor de los grandes ciudadanos que no han escatimado sus servicios a la patria. El amor ejemplar que refrendó la personalidad artística de Teresa y ha traído hasta aquí sus residuos físicos, y llena el Panteón con su música y con su luz.

Con su música que dentro de poco entonarán mil voces juveniles en una interpretación del "Himno a Bolívar", pieza que por sí sola es una comunión de honor, de patria, de historia desglosada de su testamento lírico y sentimental.

Con su luz, porque el homenaje que la "hermana y funde al resumen mayor de los valores venezolanos" se celebra cuando Caracas, su cuna, empieza a vivir un tercer siglo como cabeza y guía de Venezuela y ya no es urbe doméstica, ni ciudad nacional, ni siquiera faro hemisférico, sino que se ha convertido en la ciudad de las mil antenas extendidas hacia todos los signos del tiempo, sensible a las corrientes vertiginosas de la época, integrada a la universalidad.
*“Discurso” pronunciado en el Panteón Nacional, Caracas, 9 de diciembre de 1977.


Carta de Jesús Alcívar a Teresa Carreño

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Querida Madame Carreño, le escribo estas líneaspara expresar mi admiración total y respeto absoluto auna dama como usted. Me considero privilegiado portener la dicha de hacer arte, hacer música; llegar alcorazón de muchísimas personas, ejecutando uninstrumento, el clarinete. Pertenezco a la SinfónicaJuvenil Teresa Carreño, una de las orquestasestandarte del Sistema Nacional de Orquestas Juvenilese Infantiles de Venezuela, fundado hace más de 30años por el Maestro José Antonio Abreu, y queorgullosamente lleva su nombre.

Con esta orquesta he tenido la oportunidad derepresentar a Venezuela, en distintas ciudades delmundo; muchas de las cuales fueron visitadas porusted a lo largo de su carrera, para dar conciertos yrecitales. Las críticas que obtuvo en cada una de suspresentaciones, son maravillosas. Imagino el honorque habrá sentido; como por ejemplo al tocar para elentonces presidente Abraham Lincoln en la CasaBlanca.

El poder debutar como solista con la Filarmónica deBoston y la Sinfónica de Londres a tan corta edad, esalgo, de lo que no cualquier artista puede jactarse;mucho menos el consagrarse como solista de laFilarmónica de Berlín. Que privilegio el poder citarentre sus amistades a Johannes Brahms, AntónBruckner, Richard Wagner, Clara Schumann, Grieg,Liszt, entre otros.

Siempre he reflexionado con respecto a su ida fueradel país, siendo muy niña. Permaneciendo acá enVenezuela, ¿Hubiese podido ser la gran artista que hoyes?, ¿Llegaría a convertirse en una de las pianistas másprolíficas de América Latina durante los siglosXIX/XX?. Quién sabe, tal vez si, tal vez no. Mi duda noradica en la posibilidad de preparación y el desarrollode su talento dentro de nuestras fronteras; sino masbien en el hecho curioso de que como dicen algunos“nadie es profeta en su tierra”. Esa actitud de la “altasociedad” caraqueña de no asistir a los conciertos de latemporada de ópera (1887) que usted organizó porencargo del presidente Guzmán Blanco, simplementepor ser una mujer divorciada, es algo que genera mireflexión.

No estoy de acuerdo con el gran maestro Brahms, endecir que usted es “un verdadero pianista” sugiriendomasculinidad a su talento, por la maravillosa forma enla que ejecuta el piano, usted es una pianista, una granpianista, una mujer que ha dejado el nombre de Venezuela muy en alto, en los escenarios másimportantes del mundo, y que nació para revolucionarlas técnicas de ejecución más ortodoxas, con lo queusted misma ha denominado: “el arte de jugar con elpiano”.

La muerte de su madre, la muerte de su padre, elfracaso en el cual pudieron haber desembocado susmatrimonios, la distancia que la separó muchas vecesde sus hijos(as) por sus numerosos compromisosartísticos, fueron duros golpes que debió afrontar endeterminados momentos de la vida; los cualessobrellevó de forma ejemplar, digno de la mujervenezolana. Y digo venezolana porque a pesar de haberestado solo diez años (en total) aquí en su patria natal, laidentidad venezolana es algo que conservará hasta susúltimos días.

Para mí, usted Madame Carreño representa laconcepción de artista integral hacia la cual todosdeberíamos perfilarnos. Pianista, cantante, directora,compositora, entre otros muchos atributos que la vidaha ido extrayendo de su humanidad, de acuerdo a lascircunstancias que ha experimentado en momentospuntuales de su trayectoria artística y evoluciónpersonal. 

Me deprime en demasía las injusticias de la vida. Llegó hasta mis oídos la triste noticia, de que le fuedetectado, parálisis del nervio óptico que amenaza conextenderse al cerebro; hecho que la ha obligado areorganizar su agenda, y suspender conciertos (encontra de su voluntad). Me han dicho que se le haordenado reposo absoluto, a lo que humildemente mepermito acotar: “es justo y necesario” Maestra Teresa.

Sin duda alguna, el tener que dejar de hacer lo que unoama hacer, por circunstancias fortuitas, sin poderdecidir cuándo ni cómo, es algo que no se le desea ni alpeor de los enemigos.

Es un verdadero placer y honor para mí, que mehayan escogido para redactar esta carta, enrepresentación del movimiento artístico musicalvenezolano. De la cual tengo entera certeza que llegaráa sus manos, y que por sus dificultades visuales, le seráleída. Así me lo ha prometido Selene Quiroga, quiendesde ya, adelanta escritos sobre la Gran TeresaCarreño, desde una óptica libertaria. Para que cuandoya no esté físicamente con nosotros, podamos trazarnosun mapa, que nos permita crecer como artistas y comopersonas a través de sus experiencias. Enseñanzas porasí decirlo, que nos deja en valiosa herencia una mujercomo usted, que al abandonar este plano terrenal,debería acompañar a los próceres de la patria, en elPanteón Nacional.

Sin otro particular al cual hacer referencia, sesuscribe de Ud., a los diez días del mes de Diciembre delaño en curso,

Jesús Alcívar*

*Carta presentada al "Concurso Escríble una carta a Teresa", organizado por Selene Quiroga, con motivo de la publicación de su libro Mapa de un alma: Teresa Carreño, diciembre de 2013. Esta epístola resultó ser la carta ganadora de dicho concurso.
**Clarinetista de la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño, además de director artístico y clarinetista del Ensamble Raudal, grupo de música instrumental venezolana que fundó en 2004. También es integrante del Cuarteto de Clarinetes REUM de Venezuela y como investigador indaga sobre el rol del clarinete en la historia de la música venezolana.

Alejo Carpentier habla sobre Teresa Carreño y la traducción de la primera biografía de la artista

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DOCUMENTOS HISTÓRICOS
“Una traducción que era necesaria”
LETRA Y SOLFA

Por Alejo Carpentier*

"Culminando la tarea de darnos una fiel y pulcra traducción de un volumen de más de cuatrocientas páginas, la señorita Luisa Elena Monteverde  Basalo, acaba de publicar en nuestro idioma, el libro más importante que haya sido consagrado hasta ahora a la vida y carrera de Teresa Carreño: el de Marta Malinowsk, discípula de la gran pianista venezolana, cuyas dos primeras ediciones estaban agotadas.

Ágil dentro del rigor documental, bien escrita, rica en acertadas visiones de los ambientes artísticos de Europa y de América en los días que asistieron a los triunfos de Teresa Carreño, esta biografía se lee con sostenido 'interés, no sólo por la excelencia de la factura y el acierto de los enfoques, sino porque, a través del relato de una existencia extraordinaria, sigue la figura de Teresa Carreño ejerciendo, sobre nosotros, una suerte de fascinación. Situada en lo más viviente de una época magnifica para la Historia de la Música—postrimerías del romanticismo, paso a la época actual, con sus nuevas estéticas—, rodeado de compositores insignes, de intérpretes prodigiosos, Teresa Carreño se mantiene a todo lo largo de su carrera, en una escala digna de los grandes tiempos que le tocara vivir. Pertenecía a la raza egregia de los intérpretes cuyos nombres llegaron hasta nosotros, envueltos en una aureola de leyenda, y cuya autoridad, dominio técnico, portentosas virtudes musicales, se manifiestan todavía, para nuestro asombro, a través de las primeras grabaciones —aún muy defectuosas— realizadas en este siglo... En días de mi infancia, Teresa Carreño visitó La Habana. Todavía recuerdo su noble perfil, su empaque majestuoso, su elegancia de gran estilo, estampados en las fotografías exhibidas para anunciar sus recitales. Los entendidos hablaban de ella con veneración, —como se hablaba entonces de un  Paderewski, de un Sauer, o antes, de un Lechetizkv. La presencia de Teresa  Carreño era un acontecimiento memorable y poco faltaba  para que, a usanza  antigua, se le entregaran las llaves de la ciudad.

Algo que se añade al Interés del libro de Marta Malinowsky su  abundante iconografía, y los documentos que enriquecen el texto. En las  primeras páginas  hallamos una reproducción  del programa del primer concierto ofrecido por Teresa  Carreño a la edad  de 8, años  en el lrving Hall. Conocemos luego los nobles rasgos de sus padres. Vemos a la pianista-prodigio en La Habana, en 1863, en Boston, en Cincinnatti y en Nueva York, al año siguienteen una preciosa fotografía romántica. Y luego la  adolescente, la cantante del papel de Zerlina, en el "Don Juan" de Mozart, la 'concertista gloriosa, acompañada de quienes desempeñaron un papel en vida, hasta los magníficos retratos de ocaso en los que se vislumbra la fuerza de su' personalidad impar.

Bella y necesaria obra acaba de realizar la Srta. Luisa Elena Monteverde Basalo, con su excelente traducción del libro de Marta Mtlinowsky. En este año del centenario, no podía haberse rendido un más útil homenaje a la memoria de la gran artista venezolana”.

El Nacional, Caracas, jueves 5 de Noviembre de 1953

* Escritor, periodista y crítico musical cubano (1905-1980). Vivió en Venezuela entre 1945 y 1959, época que es considerada como la fecunda de su vida.



Teresa como compositora

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Una faceta desconocida


Por Jesús Eloy Gutiérrez

En una época marcada por los acontecimientos de la llamada Guerra Federal o Guerra Larga (1859-1863), caracterizada por la inestabilidad política, el rezago cultural y el deterioro económico, una niña de siete u ocho años comenzó dar forma a sus primeras composiciones. La ayudaban su facilidad para improvisar y sus cualidades interpretativas, las que hacía tiempo venía educando con el Curso Completo de Ejercicios Diarios para Piano en Nueve Parte, que le había facilitado su padre, Manuel Antonio.


Entre esas primeras piezas, publicadas años más tarde en Boston, se encuentra una polka estrenada en junio de 1861 en el Teatro Caracas por la Banda del Batallón Concepción. Manuel Antonio debía escribir las melodías que su hija creaba en el piano. En ese tiempo era común que, en las casas de cierta posición social, las muchachas tocasen o compusieran valses para piano. Sus obras de entonces están conformadas por dos caprichos de carácter y una serie de quince piezas en los ritmos dancísticos.

Aunque se le conoce principalmente como concertista, en toda su carrera, se contabilizan setenta piezas, dedicadas esencialmente al piano conformadas por composiciones en forma de estudios, obras descriptivas, fantasías, aires de danza y varias obras para coro. Cada una de las cuales estuvieron determinadas por circunstancias personales y profesionales que atravesaba para el momento en que las componía: la emoción de conocer a L. M. Gottschalk la llevó a dedicarle un vals. La muerte de su madre fue motivo para que escribiera La cesta de flores, op. 9; Marcha fúnebre op. 11; La oración, op. 12; Queja, op. 17 y La partida, op. 18. Igualmente, cuando conoció a A. Rubinstein sus composiciones se impregnan de virtuosismo.

La etapa más prolífera que tuvo la Carreño en esta actividad, data de antes o alrededor de 1872, pues a posteriori, sus matrimonios, sus constantes giras y la maternidad no le dejaron tiempo para que se dedicase plenamente a componer. La mayoría de las obras de esta etapa se ubican en los géneros pianísticos de salón, piezas de difícil ejecución y de corte e inspiración románticos. En ese grupo se ubican La cobeille de fleurs, op. 9, Le printemps, op. 25 y La mazurca de salón, op. 30.


La más conocida de sus piezas es el vals Teresita, dedicada a una de sus hijas, se hizo tan famoso en Europa que fue necesario hacer arreglos para piano (simplificado), mandolina y guitarra, piano a cuatro manos, piano y violín, piano, violín y violonchelo, acordeón y orquesta (grande, pequeña y de cuerdas). Se publicó por primera vez por la Casa Fritsch de Leipzig en 1896, tuvo un número significativo de reediciones posteriores y desde 1890 era la pieza de cierre de todas sus presentaciones.

Teresa escribió algunas piezas dedicadas a Venezuela: Himno a Bolívar (para tenor solista, coro mixto y orquesta), basado en un texto de Felipe Tejera (1846-1924), Saludo a Caracas (para piano), Un bal en rève, el Himno al Ilustre Americano (para barítono, coro mixto y orquesta) y Danza venezolana.


Las piezas de mayor madurez y profundidad son el Cuarteto en Si Menor (para cuerda) y Serenata (en cuatro movimientos para orquesta), aunque se pudieran pensar que esa perfección está presente en dos de sus últimas obras Vals Gayo, op. 38 y La fausse note, op. 39, por ser creadas en una etapa en la cual ya estaba consolidada como uno de los grandes músicos de su época.

Su faceta como compositora es el producto natural de ese talento musical que existía en ella combinado con duros años de estudio e interpretación del instrumento al cual dedicó su vida.

"Casi se puede oír el rumor del piano de Teresa Carreño"

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Presentación del libro Para conocer a Teresa Carreño (2003)
Por Einar Goyo Ponte*

"En un país donde aún es tardío el reconocimiento pleno a sus héroes civiles, a aquellos ciudadanos de a pie, quienes al uso de las armas prefirieron el cultivo de la ciencia o de las artes para introducir a Venezuela en la modernidad, en el progreso y en la libertad, toda obra que contribuya a la memoria de sus letrados, científicos, pensadores y artistas es indispensable. En las manos tenemos hoy el segundo Cuaderno de Difusióneditado por el Centro Documental del Teatro Teresa Carreño, entidad creada por la Fundación del mismo nombre y dirigida por Teresa Alvarenga. Está dedicado a honrar la vida y obra de la pianista y compositora que da nombre al primer teatro de Venezuela, y a uno de los más espectaculares de Latinoamérica: a Teresa Carreño, personaje excepcional, casi novelesco, de avasallante personalidad e incisiva huella en la historia mundial de los intérpretes del piano.

Este trabajo del acucioso investigador Jesús Eloy Gutiérrez viene a contribuir con el definitivo descubrimiento de la insigne artista caraqueña, cercada hasta ahora por el afán de mitificación y la apasionada memoria más novelesca que fáctica. Su biografía documentada y objetiva está aún por venir, pero lo que vamos a leer es un excelente punto de partida, una referencia investigativa y documental inexcusable, sobre la cual no sólo la biografía sino interesantes trabajos de pesquisa musicológica pueden encontrar su asiento, tal es el rigor y el orden que animan este cuaderno, rico en soportes documentales y en sugerencias temáticas.

Fue como a los diecisiete años cuando, en un avatar que aún tiene para mí mucho de misterioso, de rescate fantástico a través del tiempo, casi de invocación fantasmal, que se me dio escuchar una de las escasas grabaciones que existen de Teresa Carreño. La música de la Balada N° 1, de Frederic Chopin ha quedado asociada desde entonces a su nombre. Hoy entiendo desde allí nuestra insigne tradición de mujeres pianistas, con la cual hemos grabado nuestro nombre en el mundo de la música. Mujeres bellas, cercanas a la exuberancia, dueñas además de una fuerza y de una capacidad para la construcción de la melodía, en verdad impresionantes.

Para nosotros esa historia comienza en Teresa Carreño, que en su tiempo daba tal sensación de potencia y dominio que se les antojaba, como testimonia Claudio Arrau, demoledora, incansable, en programas vastos, que ella, ganada del genio o duende que se agitaba dentro suyo, podía llegar a hacer interminables. La “Valkiria del piano”, como se la llamó, identifica al menos dos de sus cualidades artísticas: su impactante fuerza y el señorío en el repertorio alemán. 
 
Parte de ese sonido cultivado por la relación con los grandes nombres de la música del siglo XIX, se nos devuelve junto con la figura, el talante y el celaje de su carácter, a través del laberinto de las páginas y notas de este Cuaderno. Casi se puede oír el rumor del piano de Teresa Carreño".

                                                                      
*Crítico musical. Noviembre de 2003

“El piano de Teresa Carreño”

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DOCUMENTOS HISTÓRICOS

“El piano de Teresa Carreño”


Por Guillermo José Schael

Cuatro años después de la inauguración del Teatro Municipal de cuya edificación se cumple -un siglo en enero, ofreció su primer recita! en Caracas, Teresa Carreño, hija de Manuel Antonio Carreño,  autor del famoso Manual de Urbanidad y ex-ministro de Hacienda con el gobierno de Pedro Gual, creador además de los no menos célebres 500 ejercicios para piano, 'con los cuales iniciaría a su hija, nacida en 1853, en el aprendizaje de la música. Circunstancias políticas le obligaron a abandonar el país. Cuando regresó con Teresa*,  ésta venía precedida de gran fama, por su impresionante éxito a los diez años. Había actuado como solista en la Orquesta Filarmónicade Boston (1863) así como también en otras importantes salas de concierto de EE.UU y Europa.

Un crítico tan severo como José Antonio Calcaño, no vacila en calificar a tan extraordinaria mujer de "gloriosísima". Antes de su presentación en Caracas, Teresa había sido aplaudida en salas en  Escocia, España, La Riviera y en exigentes escenarios de otros países con tradición musical. Cuando Teresa llega a Caracas ya estaba casada en segundas nupcias con Giovanni Tagliapiettra, a quien había conocido en el mundo de la ópera. Su primer esposo, el violinista Emile Sauret, pidió separación a los dos años, alegando “no poder entenderse”, de modo que cuando ella vino, apunta el profesor Calcaño, Teresa ya era divorciada y vuelta a casar, circunstancia que en aquella época se veía con recelos. 
Teresa fue recibida con inusitada demostración de cariño en la estación de ferrocarril. La crónica refiere que la noche de su estreno en el Municipal, 29 de octubre de 1885, la sala abrió con entradas agotadas. Lo que pocos sabían era el drama interior de la pianista, a causa de su desavenencia con Tagliapietra y las rabietas continuas debía sufrir a causa del mal carácter de éste. Para la presentación eligió el Concierto en Mi Menor de Chopin; las Sextas de Henselt y una danza compuesta por ella misma, Saludo a Caracas, 'El Trémolo" de Gotchald y luego siguió con la Rapsodia N° 6 de Liszt, en cuya ejecución "sus ágiles muñecas llamaron prodigiosamente la atención". También ejecutó por primera vez el Himno a Bolívar, compuesto por ella misma, con letra de Felipe Tejera. Esta obra  ̶̶comenta Calcaño̶  la realizó Teresa para ser estrenada en 1883, centenario del natalicio del Libertador, lo que no pudo realizarse. Las ovaciones que recibió de sus compatriotas aquella noche fueron las más vivas, prolongadas y entusiastas que hasta entonces habían prodigado en Caracas.

Su segundo concierto abrió el programa con el Capricho Brillante de Mendelssohn, La Polonesa de Webber Liszt, el Andante en Fa de Beethoven y el "Estudio en Octava" de Kullak. Teresa escribiría poco después de su clamoroso éxito a su amiga Keat Reed, hermosa carta en la cual expresa sus sentimientos de gratitud hacia los caraqueños por la extraordinaria bienvenida y las ovaciones y elogiosas críticas de la prensa, sin olvidar aludir al honor recibido del Presidente quien le confirió la Orden del Libertador.

Pero ni la nobleza de Gonzalo Picón Febres, quien le dedicara encendidas palabras de admiración y estímulo como virtuosa del piano, ni el hermoso poema que le dedicara Alirio Díaz Guerra, lograron calmar el quebrantado espíritu interior de la artista por las continuas recriminaciones que sin motivo recibía de su esposo Tagliapiettra, al parecer ofuscado y lleno de celos por el triunfo de su bella mujer en los escenarios musicales.
Sin embargo, en medio de aquel sufrimiento, Teresa logra el maravilloso milagro de superarse. Guzmán Blanco, quien había visto con entusiasmo las dotes de una artista ya con renombre mundial, la agasajó y le confió la empresa de contratar en Europa una compañía de ópera para ser presentada en el Municipal.

Una de sus discípulas y admiradora, Marta Milinowski, escribiría un hermoso ensayo biográfico sobre la vida de esta genial venezolana, a quien no vacila en calificar para honra del gentilicio, “como la más grande pianista de todos los tiempos”.

En el acto de recuperación del piano, actuó el Juez 6° de Departamento a solicitud de la señora Adela Calvani, presidenta del Ayuntamiento. Tanto el histórico instrumento musical como otros objetos que pertenecieron a la notable artista, fueron llevados a un salón especial del Palacio Municipal, hasta ser definitivamente reubicados. Se hallaban presentes algunos concejales, así como Domingo Manuel García Pérez, Secretario Fiscal de la Comisión de Cultura y otros funcionarios del Departamento. Por cierto, que entre las personas presentes en el inventario se hallaba la señora Marciano Bruneteau, madre de la insigne pianista, actualmente en Viena, Rosarito Marciano, quien descubrió hace algunos años y en vísperas del cuatricentenario, en una tienda de antigüedades de la capital de Austria, el instrumento musical que fue junto con partituras, trajes, fotos y recuerdos, del patrimonio de la excelsa artista”.



* Acá, el autor del escrito comete un error. Manuel Antonio Carreño (padre) murió en París en 1874, quien vino para la gira de Teresa Carreño en Venezuela fue su hermano, que también se llamaba Manuel Antonio.
Crónica de Caracas, enero-junio de 1980, N° 78, págs.80-84
Foto del piano:  Stefano Svizzetto. 2012.
Otras imágenes: Revista Crónica de Caracas y Colección Fotográfica Centro Documental Teatro Teresa Carreño.

La aguerrida doña María de Jesús Muñoz de Carreño: esposa, madre y abuela de músicos independentistas de Venezuela

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por David Coifman
El 16 de enero de 1813, María de Jesús Muñoz, esposa del maestro de capilla José Cayetano Carreño, y “con su permiso”, envió al Teniente Justicia del pueblo de los Teques (actual Estado Miranda) una “carta requisitoria” para que éste intercediera en su petición de exigir a don José Miguel Villareal que le pagara una deuda de 300 pesos que había debido devolverle “por terceras partes cada bimestre” desde el 25 de mayo de 1812. Como Villareal tenía una hacienda en los Teques, pero no tenía residencia conocida, a María de Jesús Muñoz se le hacía imposible obligarlo legalmente a que cumpliera con dicha deuda. Su mayor temor se debía a que su deudor había vendido dos de los cuatro esclavos que tenía en esta hacienda, y si vendía los otros dos quedaría la tierra abandonada por falta de trabajadores para cultivarla, y Villareal sin bienes para respaldar el pago de la deuda. Por esta razón, María de Jesús Muñoz solicitó al Justicia Mayor de los Teques que intercediera para que se embargaran cuanto antes a los dos esclavos que quedaban en la hacienda de Villareal, con el fin de garantizar que éste tuviera crédito suficiente para responder con estos bienes el día en que finalmente lo pudiera demandar[1]. La incansable dedicación de María de Jesús Muñoz, madre a la fecha de siete hijos y embaraza del octavo, a defender una deuda económica familiar sin duda contraída por su marido con don José Miguel Villareal, hermano de don Rafael Villareal, músico de la Iglesia Catedral de Caracas y padrino de su hijo José Cayetano (n. 8 de julio de 1804) es un representativo ejemplo de que detrás de un renombrado hombre y artista colonial se hallaría a su sombra, como en este caso, una aguerrida mujer.
Pasados exactamente cinco meses sin recibir respuesta, el 16 de junio de 1813,  María de Jesús Muñoz escribió una segunda carta requisitoria al Teniente de Justicia Mayor de los Teques para informarle que efectivamente ya tenía noticias de haberse embargado a los esclavos, en referencia a una esclava llamada Manuela y a su hija María Lina de tan sólo cuatro meses de edad, y que ambas estaban bajo el cuidado del señor Miguel Rey, vecino de la hacienda del señor Villareal. Aprovechó además la ocasión para informarle que su deudor se hallaba a la fecha viviendo en el pueblo de Barbacoas (actual Estado Lara) y que se negaba a ir a Caracas, lo que hacía imposible poder demandarlo. Por lo tanto, María de Jesús Muñoz se veía obligada a enviarle al Teniente de Justicia Mayor el vale donde dicho Villareal había registrado su promesa y obligación de pagarle los 300 pesos, con el fin de que se lo hiciera llegar al Teniente Mayor del partido de Barbacoas para que pudiera “reconvenir” al dicho Villareal al reconocimiento legal de la deuda, y poder informarle también que, de no presentarse en el lapso máximo de ocho días en Caracas, la justicia seguiría su curso quitándole definitivamente a las dos esclavas. Para facilitar este embargo, María de Jesús Muñoz suplicó al Teniente de Justicia de los Teques que le hiciera llegar cuanto antes las mencionadas esclavas embargadas a Caracas.
Al día siguiente, 17 de junio de 1813, María de Jesús Muñoz dio a luz a su octavo hijo, Manuel Antonio del Rosario (eventual padre de Teresa Carreño), y fue bautizado el 26 de junio en la iglesia de San Pablo, siendo su madrina Manuela Suárez de Urbina.
Manuela Suárez de Urbina era la tía de la niña prodigio María de la Concepción Patiño Suárez de Urbina (1785-1807), a quien José Cayetano Carreño dio clases de piano y le escribió la carta de méritos para intentar irse a España a ser camarista de la reina, en 1796. El recuerdo de esta niña prodigio (de hecho, la primera conocida en la historia de Venezuela) debió acompañar algunas de las conversaciones de Manuela Suárez con su ahijado, e influido probablemente también en la decisión que tomaría éste muchos años después de sacar a su hija Teresa Carreño de Venezuela en pos de un mejor futuro artístico, alcanzado así, al menos con su hija, el deseo que no pudo cumplir la hermana de Manuela Suárez con su talentosa hija pianista María de la Concepción Patiño Urbina.

El 10 de agosto de 1813, María de Jesús Muñoz, con permiso de su marido, escribió al Gobernador Político de Caracas para explicarle que había iniciado los trámites durante el “gobierno extinguido” de los realistas para demandar a Miguel Villareal por la deuda de 300 pesos que mantenía con ella, y hasta la fecha sólo había logrado que las dos esclavas de la propiedad de Villareal fueran embargadas, si bien no habían sido todavía traídas a Caracas. Por lo tanto, suplicó al Gobernador Político mandar a hacer cumplir cuanto antes su petición.
Ese mismo día, 10 de agosto de 1813, su hijo mayor José Ciriaco Carreño, quien dos días antes había cumplido los 18 años de edad, decidió renunciar a su labor de organista segundo en la Tribuna de la Iglesia Metropolitana de Caracas bajo la dirección de su padre para marcharse con los patriotas a la guerra. Como consecuencia, su hermano Juan Bautista Carreño, con sólo 11 años de edad, y a petición de su padre, ocupó el cargo vacante de organista segundo, desde el 18 de agosto de 1813. José Ciriaco Carreño murió en la Batalla de Urica, el 5 de diciembre de 1814.
El 16 de agosto de 1813, el Gobierno Político de Caracas le escribió a María de Jesús Muñoz (sin duda de manera más rápida que durante la regencia realista) para informarle de haber mandado una orden al Justicia Mayor de los Teques para que enviara cuanto antes a las dos esclavas embargadas de Miguel Villareal a la capital. En efecto, el 15 de octubre de 1813, María de Jesús Muñoz le escribió al Gobernador Político para informarle que el pasado 12 de agosto su primo hermano y organista de la catedral Francisco Lucio Alva había recibido a las mencionadas esclavas, y ahora le suplicaba que nombrara lo antes posible al defensor del señor Villareal de manera de poder continuar con el proceso de la demanda contra él por la deuda de 300 pesos. Que ella, por su parte, ya contaba con tres importantes testigos que darían fe, bajo juramento público y ante Dios, de haber dado el dicho préstamo de 300 pesos a su deudor, el señor Villareal. Los testigos eran sus primos hermanos el cantante segundo Carlos Alva y el organista Francisco Lucio Alva, y el cantante meritorio Juan José Urbina. Es decir, todos miembros de la Tribuna de la Iglesia Metropolitana de Caracas y por lo tanto músicos al servicio de su marido José Cayetano Carreño. De hecho, si descartamos a José Ángel  Lamas (1775-1814), quien a la fecha ejercía el cargo de bajonista, los testigos que declararían a favor de María de Jesús Muñoz eran los únicos miembros integrantes de la capilla musical catedralicia, entre ellos dos primos hermanos de la demandante, que no tenían el apellido Carreño.
El 19 de noviembre de 1813, los tres testigos declararon al unísono que conocían “de vista, trato y comunicación” a Miguel Villareal; que les constaba de vista y ciencia cierta que el expresado Villareal debía a María de Jesús Muñoz los 300 pesos mencionados; que les constaba la obligación hecha y firmada de su puño y letra en el vale; y que lo que han declarado era público y notorio.
El 15 de diciembre de 1813, el Alguacil Mayor de Caracas, don Jacinto de Ibarra, entregó las esclavas Manuela y su hija María Lina al primo hermano de María de Jesús Muñoz, el cantante Carlos Alva por ser “vecino arraigado y conocido de esta capital”, y quien las había recibido “obligándose a mantenerlas en fiel y seguro depósito a disposición del señor juez de esta causa u otro competente, y a entregarlas cada y cuando se le mande a menos que se fugasen, con cuyo caso presenta no ser responsable a ellas y en ninguno a formales”. El expediente no incluyó información de si María de Jesús Muñoz cobró finalmente los 300 pesos. En todo caso, según parece, se daría por pagada con la obtención legal de las dos esclavas. Sólo resta considerar si las esclavas embargadas, Manuela y su hija María Lina, se hallarían acaso entre las que Marta Milinowski, en su libro Teresa Carreño, registra haber sido libertadas por María de Jesús Muñoz (acaso finalmente después de cuarenta años al servicio de pagar la deuda de 300 pesos de Villareal) como gesto altruista cuando nació su nieta Teresa Carreño, en 1853.

Referencias consultadas:
Inédita: Execución promovida contra D.nJosé Miguel Villareal por D.a María de Jesús Muñoz legítima muger de D.n Cayetano Carreño por cantidad de pesos, Academia Nacional de la Historia, Sección Civiles 224-1028, año 1813, fols. 1-28.
Publicadas:
ALCIBÍADES, Mirla. Manuel Antonio Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 12. Caracas: Editorial Arte, 2005.


COIFMAN, David. “Recuerdos americanos de Madame Teresa Carreño”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 41-65.
COIFMAN, David. “‘Bajo la forma de un ángel’. La visita de Teresa Carreño a España (1866)…y otros nuevos datos biográficos”. www.mundoclásico.com/ Publicadoel 22 de diciembre de 2011.
COIFMAN, David. De obispos, reyes, santos y señas en la historia de la capilla musical de Venezuela (1532-1804). Madrid: Sociedad Española de Musicología, 2010.
GUTIÉRREZ, Jesús Eloy. Para conocer a Teresa Carreño. Caracas: Gráficas León, C. A., 2003.


MILANCA GUZMÁN, Mario. ¿Quién fue Teresa Carreño? Caracas: Alfadil, 1990.


MILINOWSKI, Marta. Teresa Carreño. Traducido del inglés del original Teresa Carreño: by the grace of God (1940), por Luisa Elena Monteverde Basalo, con notas de Walter Guido y Mario Milanca. Caracas: Monte Ávila Editores, 1988.


ROJO, Violeta. Teresa Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 17. Caracas: Editorial Arte, 2005.





[1] Todo el litigio, hasta ahora inédito y desconocido cuya primicia damos a conocer con este texto, puede consultarse en el expediente Execución promovida contra D.nJosé Miguel Villareal por D.a María de Jesús Muñoz legítima muger de D.n Cayetano Carreño por cantidad de pesos, Academia Nacional de la Historia, Civiles 224-1028, año 1813, fols. 1-28.

Carta de Alfred Remy a Arturo Tagliapietra sobre Teresa Carreño

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DOCUMENTOS HISTÓRICOS

Bronxville, agosto 30, 1918

Estimado señor Tagliapietra:

Muchas gracias por el material sobre la señora Carreño. Fue de mucha utilidad; especialmente el artículo del Museo Venezolano. Es excelente y el interés general sobre él es tal que me gustaría tener una traducción al inglés, para publicarlo en la revista Schirmer’s Musical Quarterly. Espero que usted no tenga objeciones al respecto.

El artículo sobre Carreño, para el Diccionario, ya está terminado y la señora Remy cree que es bastante bueno. Para completarlo, solo necesito algunos detalles y espero que me los pueda facilitar:

1. ¿La señora Carreño había estudiado canto antes de que cantara en la ópera “Los Hugonotes”, en Edimburgo, el 24 de mayo de 1872, o ella estudió con Rudersdorff más adelante, después de su retorno a los Estados Unidos en diciembre de 1874? ¿Se acuerda usted en qué año estudió y durante cuánto tiempo?

2. ¿Recuerda usted la fecha exacta de su debut estadounidense como cantante, en cuál ciudad y en cuál personaje?

3. ¿Ella cantó en 1889?

4. ¿Hay otros alumnos, además de MacDowell, que se volvieron famosos?

5. ¿Es 1872 el año correcto de su matrimonio con Sauret? ¿Y élla cuándo lo dejó?... ¿Usted se acuerda de cuándo nació la hija de Sauret, para que pudiera viajar a un tour antes de aquel evento?

6. ¿Estaba élla casada con su hermano cuando vino con él en la Compañía de Strakosch en 1874? ¿Puede decirme durante cuántos años duró el matrimonio y cuándo se divorció de él?

Espero que no considere indiscretas estas últimas preguntas. El nuevo artículo es el más largo y fundamentado de cualquier Diccionario o Enciclopedia y, si puedo agregar la información pedida, él estará bastante completo. El único punto faltante es el de la composición del himno venezolano. Pienso que puedo encontrar una copia de él en el Colección Drexel, en la Biblioteca Pública y entonces aclarar esa cuestión.

¿Puedo pedirle que me conteste a la mayor brevedad posible, de tal manera que pueda responderle el lunes? Creo poder terminar el Apéndice entero el domingo. El lunes espero ir a la Biblioteca para obtener algunos datos faltantes y entonces enviaré el Apéndice al impresor martes.

Guardaré el material sobre Madame C. (Carreño) aún por algunos días, hasta que una última palabra del artículo esté completa. Uno jamás puede garantizar si algún asunto no llegará en el último instante.

Con los mejores votos de la señora R, sinceramente,



Alfred Remy

Traduacción: Luiz Carlos Neves
Revisión: Isabel Blanco
Original del inglés: Archivo Histórico Teresa Carreño/Centro Documental TTC







Después de 23 años de ausencia: Teresa Carreño en Venezuela.

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Por Jesús Eloy Gutiérrez
Una paradoja representó la visita de la hija de Manuel Antonio Carreño a Venezuela, ocurrida entre 1885 y 1887, luego de 23 años de ausencia. Teresa Carreño Tagliapietra, como firmaba entonces por su matrimonio con Giovanni Tagliapietra, además de ser recibida como una reina y convertirse en motivo de inspiración poética para varios escritores o aficionados de la época, también fue objeto de feroces “ataques públicos” en la prensa, en la calle y en el escenario. ¡Qué paradoja!

A su arribo al país, a mediados de octubre de 1885, en los últimos días del primer gobierno del general Joaquín Crespo (1841-1898), fue homenajeada de diversas maneras. En La Guaira fue agasajada por los empleados públicos y la juventud. En Caracas, además del acto de recepción con discursos y declamación de poesía, realizado en la estación del ferrocarril de Caño Amarillo, se le otorgó la condecoración “Busto a Bolívar”, la prensa capitalina le obsequió una medalla y un grupo de damas de La Trinidad un collar con un medallón de oro y brillantes.

Pero, tal vez, el obsequio de mayor trascendencia fueron los poemas dedicados en su honor y  publicados en diversos periódicos. Se conocen 13, firmados por distintas personas y titulados así: “Gloria a la patria” (Juan C. Alvarado), “Admiración” (Pimentel Coronel), “Un brindis” (Manuel Fombona Palacios), “A la eminente artista venezolana Teresa Carreño” (Cellis R. Gallegos), “A la Señora Teresa Carreño” (Pablo A. Vilchez), “Ángel y Mujer” (I. Vásquez), “A la célebre artista venezolana Teresa Carreño Tagliapietra” (A. Ramírez), “A la célebre artista Teresa Carreño Tagliapietra” (Sisoes Finoli), “Teresita Carreño” (J.C. Villasmil), “Soneto (J. M. Portillo), “El genio” (A. Bracho), “A la célebre artista señora Teresa Carreño” (María Soledad González de Reguillo) y “Saludo a la artista venezolana Teresita Carreño” (Alirio Días Guerra). ¡Qué mejor manera de homenajear a Teresita que con este caudal poético! Sabiendo que ella era una gran amante de este género. Los títulos de esta lírica nos hablan por si solos de las temáticas que dominó en la misma.

La profusión poética se combinó con los elogios, las entusiastas críticas y los pedidos de nuevos conciertos que se suscitaron luego de su primera presentación en el Teatro Guzmán Blanco (hoy Teatro Municipal de Caracas Alfredo Sadel), doce días después de su llegada. Aunque la música preferida de aquel tiempo era principalmente la de salón, Caracas la escuchó en tres ocasiones más, que sumadas a sus conciertos en el interior del país e islas del Caribe, completan la primera etapa de la visita a Venezuela. Etapa de conciertos exitosos, homenajes, reconocimientos, gloria, aplausos y poesía.
La otra cara de la moneda y segunda etapa de la visita, la conforman su experiencia como empresaria operística en Venezuela. Se caracteriza por el descrédito, una demanda judicial, los ataques públicos y la falta de recursos económicos, entre otros.
Luego de su gira, Teresa se disponía dejar el país, pero el Consejo Federal había elegido nuevamente como Presidente a su primo el general Antonio Guzmán Blanco (1829-1899). Pospuso su regreso a Estados Unidos y formó “parte en el regocijo de toda la república” por el retorno del Ilustre Americano.
En breve tiempo compuso el Himno a Guzmán Blanco, que sería cantado por su esposo, una orquesta y un coro. La crónica periodística de entonces consideró esta obra como: “digna de su autora” y poseedora de “las cualidades inherentes a la actitud de los talentos de la grande artista”.

En ese concierto que ofreció para homenajear al mandatario éste le encargo la organización de una temporada de ópera para el año siguiente. El de marzo de 1887 con Un ballo in maschera se inauguró una ambiciosa temporada de la compañía conformada por los esposos Carreño-Tagliapietra, con integrantes localizados entre Estados Unidos e Italia.
Venezuela vivía entonces un momento de gran tensión política, que no se calmaba siquiera con los programas modernizadores del general. La oposición era fuerte y encontró en las fallas del programa de la compañía de ópera una buena excusa para ridiculizar al gobierno.

En una carta que la propia Teresa Carreño dirige el 29 de marzo de 1887 al Presidente Guzmán Blanco se aprecia el tono que adquirió tal situación: “Yo me he encontrado aquí con una enemistad en varias personas, tan grande como incomprensible, que a pesar del mérito incontestable de la compañía (mérito que el público que ha asistido a las óperas como también los periódicos serios y aficionados han reconocido unánimemente) están trabajando día y noche para hacerse romper la compañía y quedar mal ante el público y los artistas que he traído. Yo no sé a que atribuir esta guerra que se me hace pues no sé en qué manera merezca esto como también los insultos personales que se me hacen por la prensa a cada paso”.

Esto lo manifestaba Teresa a casi un mes de haberse inaugurado la temporada de ópera, cuando la crisis era evidente: escasez de público en el Teatro por la Semana Santa, campaña de descrédito hacia la temporada, pitas en el auditorio (lo que apaciguó Teresa tocando algunas piezas de piano en los intermedios), cartas anónimas dirigidas al barítono Tagliapietra y al director de orquesta, Fernando Rachelle.

La propia Teresa dirigió la orquesta en las óperas La favorita y La sonámbula, convirtiendo en la primera mujer en dirigir una orquesta en el país. Por si fuera poco lo anterior, la soprano ligera Linda Brambille anunció que se encontraba enferma y por lo tanto imposibilitada para cantar. La sumatoria de todos estos inconvenientes dio como resultado la suspensión definitiva de la temporada a finales de abril de 1887.

No culminaba acá el calvario de Teresa en su ciudad natal. No podía irse del país, a pesar de los ofrecimientos de conciertos en Europa y Estados Unidos. Una decisión del Tribunal de Comercio del Distrito Federal (que llevaba el caso del piano Weber que había traído el año anterior se lo impedía, ya que la soprano española Aimery de Histar la había demandado por incumplimiento de pagos de la Compañía de Ópera Italiana-Empresa Teresa Carreño. Esta situación no se resolvió hasta que Teresa Carreño recibió el apoyo de Guzmán Blanco, quien le proporcionó el dinero necesario para su viaje a Nueva York e interpuso sus buenos oficios ante el juez que conocía la causa.

La afamada artista, de esa ciudad estadounidense saldría para Alemania, lugar en el cual perfeccionó su arte y logró su consagración definitiva como artista de fama mundial, siendo conocida desde entonces como La Walkiria del piano.

La hija del Sol: periplo de Teresa Carreño en Venezuela

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Por Jesús Eloy Gutiérrez

Doce días antes habían arribado al Puerto de La Guaira en el vapor “Philadelphia” Giovanni Tagliapietra y Manuel Antonio Carreño, esposo y hermano de la artista. Tenían nada menos que la loable tarea de preparar el terreno para la llegada de la artista a su ciudad natal, luego de más de dos décadas de ausencia. La venida de Teresa estaba prevista para el día 15 de octubre de 1885.

Al parecer los emisarios cumplieron con las tareas encomendadas, entre ellas publicitar la imagen de la caraqueña entre los venezolanos, a sabiendas que es muy poco lo que sus connacionales conocían de su carrera en el exterior y por la trascendencia que tenía tal viaje para Teresa. La imagen que se transmite en la prensa de la artista es una imagen de grandeza, digna de admiración por parte de sus compatriotas.

 
La Opinión Nacional, órgano oficial de guzmancismo, fue uno de los primeros en transcribir algunas notas biográficas de la artista y lo hace en estos términos: “Teresita Carreño es hoy la esposa de Tagliapietra, el bien conocido barítono. Teresita es también cantatriz; ha cantado en la ópera italiana con la Tierjens en Londres y también en Nueva York, donde tuvo un gran éxito en el papel de Zerlina en Don Giovanni”.

Otro diario que se hace eco de materiales alusivos a la artista es El Siglo, que publica un artículo traducido del Chicago Music and Drama, donde el escritor se refiere a Teresa Carreño como la “hija del Sol”. Se lee, entre otras cosas: “Qué clase de pianista es Teresa Carreño, me preguntáis? O contesto: es una de las más grandes artistas de la época. No enteramente madura todavía…Su ejecución es grandiosa; su dedeo el más poderoso que he visto en un mujer. Su pianísimo precioso; su acento firme, su cantabile el de una artista de nacimiento”. Por eso: “sólo puedo decir que prefiero oírla a cualquier otro pianista de los que conozco”.

Por su parte el Diario Aviso, unos días antes del retorno la anunciaba así: “nuestra eminente compatriota, la renombrada artista Teresa Carreño, quien después de una larguísima ausencia, tornará al seno de su amada patria en el vapor Caracas que hará arribo a mediados del mes en curso”.

La propia artista un día después de su llegada publicaba una emotiva carta en la prensa de la capital y entre otras cosas saludaba “a la ilustrada prensa de Caracas, a la Junta de recepción, a los miembros del Club Bolívar y demás personas de quienes he recibido inequívocas muestras de estimación; y muy especialmente del Presidente de la República Benemérito general Joaquín Crespo”.

Pero no sólo de lo ocurrido en Caracas se registraron crónicas periodísticas. Como sabemos, Teresita luego de sus dos primeros conciertos en la capital, ofreció conciertos en La Guaira, Puerto Cabello, Valencia, Ciudad Bolívar, Trinidad y Curazao. El mismo periódico La Opinión Nacional, al referirse a esta gira unos días antes dice: “Auguramos a la célebre Teresa Carreño en la ciudades que en breve visitará, los mismos triunfos que con merecida justicia ha conquistado de los caraqueños”.
En la revista  valenciana La Primera Piedra se lee que se rindió un homenaje de respeto y admiración a la célebre Teresita Carreño. Con ese talante y esa finura que tanto la distinguen, nos recibió la simpática reina del teclado”. Una buena prensa acompañó a la venezolana universal en estos primeros meses en su ciudad natal.

Teresa Carreño y la ópera en Venezuela

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Por Jesús Eloy Gutiérrez




Definitivamente el mundo del canto no era lo de Teresa, a pesar de su exitosa participación en diversas óperas una década atrás. Esto prueba lo que vamos a relatar en seguidas, referente a la temporada de ópera organizada por la artista y que complementa la paradoja del periplo de Teresa Carreño en Venezuela. 
En su concierto de despedida a los caraqueños realizó un dúo con su marido Tagliapietra cantando Il trovador de Verdi y que la prensa lo reseñó como “raudales de aplausos prodigados por nuestro público a Teresita en el dúo del Trovatore”. Ese mismo programa, igualmente con la participación de la artista, en el tercer concierto ofrecido en el Teatro Baralt de Maracaibo.
Su último acercamiento al canto antes de la temporada de ópera en Caracas, pero esta vez desde la composición, lo encontramos en la preparación de su Himno a Guzmán Blanco, que sería cantado por su marido Tagliapietra, una orquesta y un grupo coral. Obra que según los entendidos de la época demostraban “las cualidades inherentes a la altitud de los talentos de la grande artista”.
La temporada organizada por Teresa recibió un aporte económico del congreso nacional. Teresita organizó el evento con cuarenta y ocho artistas contratados entre Nueva York y Milán.En cuanto a las figuras principales de la compañía se registraron figuras como:Madame Adela Aimery de Histar (soprano), Madame Linda Brambille (soprano ligera), Prompolini (contralto), Giovanni Tagliapietra y Noto (barítonos), Guardente, Passetti y Guarra (tenores), Ricci y Bologna (bajos) y la primera bailarina María Bonafante. El 28 de febrero de 1887 la artistale notifica a Guzmán Blanco que desde el lunes anterior tiene la compañía de ópera italiana completa en Caracas y que la misma está a su entera disposición.
Unos días más tarde, se inauguraba oficialmente el 5 de marzo de 1887 con Un ballo in maschera.El vestuario fue traído especialmente de Europa junto con otros accesorios de los Estados Unidos. La primera y la segunda presentación fueron de gran éxito, pero las siguientes fueron un fracaso por diversos factores.
Por una parte, el general Guzmán Blanco, quien había tomado posesión el 15 de septiembre de año anterior, en un ambiente de mejoría de la actividad económica y de aumento del valor de los títulos de la deuda pública con relación al gobierno de Joaquín Crespo, era muy cuestionado. Los sectores opuestos al mandatario se valieron de varios contratiempos de la compañía de ópera patrocinada por el gobierno para arreciar la oposición al general y aprovechaban cualquier ocasión para enfrentarlo o ridiculizarlo.
 Además la mala impresión causada en el público caraqueño por el esposo de Teresita, motivado a su empeño en ser el “barítono absoluto” de la compañía, así como el hecho de que ella, siendo una bella mujer, que además de divorciada y vuelta a casar, era artista, fueron factores que se conjugaron para llevar a la temporada de ópera a un rotundo fracaso. En esa época en Caracas, las mujeres, sobre todo las casadas, no trabajaban por dinero, excepto las de clase humilde, que se dedicaban al servicio doméstico. No se permitían maestras de escuela casadas porque, al estar bajo la potestad del marido, legalmente no podían responder por faltas en su trabajo.
El periplo final de Teresita en Venezuela comenzó una vez que el mandatario le asignó la tarea de organizar la temporada para el teatro que llevaba su nombre. Primero que la Aduana de La Guaira autorizara la entrada de los materiales para las óperas sin pagar impuestos como se lo habían prometido antes de su partida; luego las diversas solicitudes de recursos para el pago de los artistas que no llegaban a tiempo; posteriormente el hecho de que la propia artista tuviera que suplir al director de orquesta Fernando Rachelle y a su sustituto para no suspender las funciones de La favorita y La sonámbula; seguida del cambio en el programa por la enfermedad de la soprano ligera Linda Brambille, y finalmente el juicio seguido en el Tribunal de Primera Instancia por la demanda interpuesta por una artista.
Toda esta situación produjo en Teresa un cansancio enorme y la colocó en una situación bastante angustiosa, al punto de poner en duda, según sus propias palabras, su único “capital”, que era su nombre, su prestigio, el cual “se han propuesto arruinar” acá en Caracas. 
 Son las mismas razones por las que, el 29 de marzo, en una nueva carta a Guzmán Blanco, luego de solicitarle cinco mil pesos que le debían de su contrato, con los cuales debía pagar a los artistas, pues la taquilla no había cubierto los gastos, le expone al mandatario:  “Yo me he encontrado aquí con una enemistad en varias personas, tan grande como incomprensible, que, a pesar del mérito incontestable de la compañía (mérito que el público que ha asistido a las óperas como también los periódicos serios y aficionados, han reconocido unánimemente) están trabajando día y noche para hacerme romper la compañía y quedar mal ante el público y los artistas que he traído. Yo no sé a qué atribuir esta guerra que se me hace pues no sé en qué manera merezca yo esto como también los insultos personales que se me hacen por la prensa a cada paso.
Con la llegada de la Semana Santa la escasez del público en el teatro se hizo más evidente. La campaña de descrédito hacia la temporada empezó a dar sus frutos,  pues todo comenzó a marchar mal. Se iniciaron las pitas de auditorio, lo que tuvo que apaciguar Teresa tocando algunas piezas en los intermedios, demostrando que ella no se amilanaba ante las dificultades. Tagliapietra recibió cartas anónimas en las que se le anunciaba un recibimiento agresivo si cantaba en Rigoletto.
La temporada tuvo que ser suspendida a finales de abril después de haber llevado a escena, además de las óperas ya mencionadas, Lucía de Lammermoor, El trovador, Fausto, La traviata, Aída y Norma. Una temporada nada despreciable para la Caracas decimonónica.
Teresita, no obstante, no podía irse todavía del país, a pesar de los ofrecimientos de contratos en Europa y Estados Unidos, porque una decisión del Tribunal de Comercio del Distrito Federal (que llevaba el caso del piano Weber) se lo impedía, ya que la soprano española Aimery de Histar la había demandado por incumplimiento de pagos de la Empresa Teresa Carreño.
En ese contexto la artista recibió el apoyo de Guzmán Blanco, quien le dio dinero para el viaje e interpuso sus buenos oficios ante el juez que conocía la causa. Finalmente, luego de vender al gobierno los trajes, decorados y demás accesorios de la compañía, Teresa partió para Nueva York el 23 de agosto de 1887.


Himno a Bolívar: imagen fugaz de Teresa Carreño (1853-1917)

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DOCUMENTOS HISTÓRICOS 
Por Rhazes Hernández López*

El nombre de Teresa Carreño ha venido creciendo con el tiempo, ya que su figura de lauda pianista de proyección universal y permanente, parece retornar a lo viviente, al existir de las presencias indestructibles en el tiempo con su halo idealizante de inmortalidad. Teresa Carreño, como aquella exquisita en el poético estro y como ella, avileña, está, la nuestra; también de Berlín y Nueva York, pues no debe olvidarse que Walter Niemann, la recuerda en sus escritos como la “mamá de Berlín”, cuando en esa ciudad sentó sus reales como una de las pianistas y pedagogas más famosas de su tiempo. También en la ciudad del Norte su nombre fue tan connotado como no menos en Boston en la edad de su infancia, cuando allí presentándose como solista con la Orquesta Filarmónica. Cumplía diez años de edad.
Ya se ha escrito en lo relacionado con la historia del pianismo que sólo cuatro grandes mujeres del siglo romántico han quedado con indelebles nombres en el tiempo: Clara Schumann, Sofía Menter, Annette Essipof y Teresa Carreño, nombres que se concatenan por la grandeza elocuente y la alta elevación de un arte incomparable, y que se ha representado en el piano.
Teresa Carreño, bella mujer de una avasallante personalidad, renace hoy por sí misma, renace en la florescencia de su propia música, en el espíritu de su propia obra, en las hermosas páginas que concibiera sobre el estilo de su tiempo, música que llega alcanzar cima celeste al ser escrita con la propiedad debida para el instrumento que dominaba como pocos ejecutantes de esa época del llamado Siglo de las Luces. Y en realidad que lo fue por la galaxia infinita a la cual perteneció donde tantos relevantes nombres uncidos al sonido, a la palabra, al verso, al color, al mármol de Rodin, a las fueras telúricas inmanentes de un culto medio, en la sangre verberante de los que señalaron proféticamente el mundo del arte de nuestros días, en la ciencia, en la cultura… Fue allí donde emergió el perfil de límpido pétalo, de rosa de marfil, la imagen de Teresa Carreño, imagen misma de su época, con su rostro de jazmín y alabastro, tal como si fuese lienzo de Delacroix, el mismo donde se plasma la fina transparencia de Chopin. Allí, en ese rostro este gran maestro del “couleur” hubiere hallado la plasticidad requerida –anímica y física– para dejarlo como aquel tan expresivo del autor de las Baladas y Nocturnos.
El catálogo de las obras de Teresa Carreño no es realmente muy amplio; más, de las páginas que hoy se conservan de la pianista y compositora, hallamos que a la par de sus coetáneos, supo incursionar felizmente en piezas de sublimidad, buen gusto y clara elaboración, piezas de concierto donde el piano escuchándose con su propia personalidad sonora, donde la autora realiza la búsqueda de su “color” para lograr el matiz requerido por medio de la pulsación bien dirigida. Valses, Danzas, Elegías, Nocturnos, amén de otros trabajos sobre los esquemas de las “formas menores” del Romanticismo, las cultivó con numen y talento, estro, ángel y duende, plasmando así la hoja de álbum antológica; la obra sustentada por el genio e ingenio, por la sensibilidad y el “pathos” de fecunda herencia…
Su Himno a Bolívar, sobre el texto del poeta y prosista, Don Felipe Tejera (1846-1924), caraqueño de nacimiento como esta Teresa abulense, como también aquel cisne del motete excelso y del Ave María Stella; es un himno de vigoroso ímpetu, un himno de fuerza anímica e inspiración masculinas. Allí la autora se escapa del común estilo, del tipo de pieza cuya metrificación silábica generalmente puede conducir al compositor de corto vuelo hacia el nivel menor; más, nuestra artista creadora deja a la posteridad una partitura plena de belleza y dignidad. Su música da al texto su valimiento de verso y poesía que en sí guarda, texto de heroico canto que se emparenta a lo épico por la elocuencia de las imágenes y el altivo verbo del aeda. No es pues un himno más. Es un himno cuya idea temático-musical inflama el sentimiento, alienta y fortalece y da fe hacia un futuro promisor de la patria, gracias a la comunión bendita de la palabra y la música por despertar así dormidas conciencias…
El Himno a Bolívarse estrenó la noche del 29 de octubre de 1885 en el proscenio del Teatro “Guzmán Blanco”, nombre con el que se distinguió en sus primeros años al Teatro Municipal de Caracas. Mas, se recuerda que la obra iba a ser ofrecida por primera vez el 24 de julio de 1843, con motivo de la solemne conmemoración del centenario del nacimiento de El Libertador, lo que no pudo llevarse a efecto en la histórica fecha. La obra fue interpretada bajo la dirección de su ilustre autora, quien en el mismo programa de esa memorable noche, realizó la proeza de tocar y dirigir a su vez el Concierto en Mi Menor de Chopin y una serie de piezas entre otras “Un Saludo a Caracas”, como homenaje de sí misma a la ciudad donde vio la luz.
Walter Niemann, nacido en Hamburgo en 1876, crítico famoso, musicólogo y compositor, discípulo de Hugo Riemann y Engelbert Humperdinck; dejó, como documento fehaciente lo que representaba en arte pianístico de nuestra inmortal artista en una de sus notas críticas, la siguiente frase:
“La ejecución de la Carreño unía, a un máximo despliegue de fuerza y a una manera verdaderamente masculina de plasmar los sonidos, la mayor agilidad y soltura. En esta ejecución participaba todo el vibrante organismo de la artista, que nunca conoció la fatiga. Sus atronadoras octavas, tan personales; sus “staccatos” tan exquisitamente pulidos; el brillo, la intensidad y uniformidad de sus pasajes; la fuerza férrea de sus acordes; la pujanza arrolladora de sus sentimientos; su rítmica grandiosa: todo en ella era, a la vez, incomparable e inimitable”.
Sería prolijo insertar la diversidad de opiniones que sobre nuestra pianista han expresado personalidades como Rossini, Liszt, Brahms, Grieg, Saint Saens, Gottschalk, MacDowell, Paderewski, Leopoldo Damrosch, Anton Rubinstein y el Presidente Abraham Lincoln, así como otras notables figuras de Europa y América que conocieron, trataron y escucharon a la eximia pianista venezolana. Citaremos finalmente lo que expresa Alfredo Casella en su divulgado libro, “El Piano”, al referirse a los grandes virtuosos de la historia:
“Teresa Carreño (1853-1917) bellísima mujer que tocaba el piano como pocos hombres capaces”.
Nuestra artista había nacido en Caracas el 22 de diciembre de 1853, y murió en Nueva York el 12 de junio de 1917 en la hora crepuscular, cuando el Angelusescuchábase en un lejano horizonte. Algún día sus restos, sus gloriosas cenizas, serán conducidas al Panteón Nacional para que allí descansen al lado del poeta que cantó el retorno a la patria. Que así sea.
Caracas, mayo 1971
* Crítico, docente y compositor venezolano nacido en Petare en 1914 y fallecido en Caracas en 1991.
Imágenes: Fondo Documental Teatro Teresa Carreño
Imagen de Bolívar: httpdelaurbe.udea.edu.co20130806travesia-de-bolivar-por-el-camino-del-quindio 

Teresa Carreño y la Primera Guerra Mundial

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 Por Jesús Eloy Gutiérrez
La guerra en distintos escenarios estuvieron rondando la vida de la artista venezolana de todos los tiempos: ella y su familia se fueron de Venezuela en el marco de la Guerra Federal; llegaron a Estados Unidos en medio de la Guerra de Secesión norteamericana; finalizando la década de 1860 debió permanecer en Londres más tiempo del previsto con motivo de la guerra franco-prusiana y finalmente la Primera Guerra Mundial marcó significativamente los últimos años de su vida. En estas líneas abordaré justamente los pormenores de Teresa en tan importante acontecimiento de la historia Universal.
Para 1914,la auto adjudicación del mundo iniciado en el siglo XIX por las potencias coloniales europeas había terminado. Italia y Alemania quedaron fuera del botín. Desde finales del siglo XIX se había ensayado la política del equilibrio de poder entre las potencias, la conocida “paz armada”, pero los intereses económicos, los nacionalismos y las errátiles maniobras diplomáticas mantenían a Europa dividida en dos campos antagónicos.
El 28 de junio de 1914, con la declaración de la guerra de Austria a Servia se inició una contienda (“Gran Guerra” como se le llamó entonces) que se generalizó en toda Europa, y que luego, con la intervención de Inglaterra y EstadosUnidos, se convirtió en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y en uno de los cincos conflictos más mortíferos de la historia humana.
Se ponía a prueba el poderío militar e industrial del momento. Alemania se había ubicado en el bando de La Tripe Alianza, que integraban además Austria-Hungría. En la acera del frente, estaba la Triple Entente, integrada por Francia, el Reino Unido y el imperio ruso. Se contabilizaron 70 millones de militares escenificando esta contienda con consecuencias desbastadoras para los distintos países en los que se desarrollaba.
Esta situación comprometió la actividad concertística y la vida de Teresa, quien se vio limitada para desplazarse por el continente europeo, incapacitada para movilizar sus recursos depositados en una cuenta bancaria alemana y por el aumento en los costos para llevar a cabo sus tours de conciertos.A ello se le sumaba las dificultades propias de cualquier guerra.
A pesar de ello la artista, al principio, conservaba un espíritu positivo en torno a su futuro inmediato, gracias a las ofertas de nuevas temporadas en Alemania, Escandinavia, Holanda y España, como se lo hace saber al empresario Cochran en una carta del 3 de julio de 1915. Incluso, insiste la artista, si las circunstancias no fueran favorables para que algunos de esos conciertos tuvieran lugar, considera que todavía tiene tantos compromisos, que aún así terminaría siendo una temporada provechosa. Y si esto fallase, contaba con sus alumnos para “hacer buenos ingresos”.
El Mundo Habanero,periódico de la capital cubana, unos años más tardes, refiriéndose a esta situación y a Teresa, la resume en estos términos: “Desde que estalló la guerra europea, se notó cierta tendencia a ‘boicotear’ mutuamente las grandes producciones artísticas de los países beligerantes. Como por encanto desaparecieron de los programas de Berlín obras de compositores franceses, rusos y polacos. Solamente Teresa Carreño se atrevió a romper con el estado de cosas y a ella, nada más, se lo toleraron”.
En este clima bélico, no es nada extraño que fuese considerada como espía. En muchas oportunidades durante sus girasse le detenía continuamente, era interrogada, examinada y después de haber llenado todos los requisitos exigidos la mayoría de las veces se le impedía seguir su camino.
En una ocasión en la neutral Escandinavia las autoridades la asechaban sin cesar y caían sobre ellas a toda hora del día y de la noche en demanda de pasaporte, certificado de matrimonio, cédulas y otros documentos; y después de largos y penosos interrogatorios, la integridad de los documentos presentados no era posible ser verificada y los oficiales, a regañadientes, se veían obligados a dejarla seguir su camino.
En la propia Alemania, los agentes de seguridad de las estaciones de ferrocarriles la trataban con determinación militar y la conducían a cuartos de vestir, donde la registraban de pie a cabeza, buscando secretos militares en sus ropas, deshacían su cabellera entre la que le buscaban informes propios de los espías.
Además, la guerra ha significado para la artista una gran pérdida en sus finanzas, pues tiene que dar una cantidad mayor de conciertos por menores honorarios. Pero también, se vio afectada en el tema emocional, ya que sus hijos van a estar sometidos a constantes humillaciones y experiencias desagradables. El caso más grave fue el Teresita, quien resultó prisionera en Argelia acusada de espía y que motivó todo un movimiento diplomático para su liberación. Finalmente se logró gracias a las gestiones de Arturo Tagliapietra, quien sin notificarle a Teresa el asunto, pues ella en ese preciso momento se encontraba convaleciente de salud, pudo gestionar con el Consulado Americano en Argelia para que la liberaran y la enviaran a Palma de Mallorca, y de allí a Barcelona.  Poco después le tocaría a su hijo Giovanni, quien es arrestado también como espía alemán.
En los años finales del conflicto bélico, sólo pudo visitar, además de sus conciertos en Alemania, algunos escasos países, Escandinavia, Austria, Hungría, Rumania, lo que es hoy la República Checa y España. En la península escandinava estuvo desde el 20 de agosto de 1915, realizando más de 40 conciertos en las ciudades más importantes, tales como Estocolmo, Upsala, Kristiana, Stavanger, Gotemburgo o Copenhagen, entre otras. Así estuvohasta principios de diciembre de ese año.Se sabe por correspondencia entre el Arturo Tagliapietra y Cochran que para entonces Teresa adquirió un fuerte resfriado, sin embargo no tendría mucho tiempo para descansar, pues apenas hubiese retornado a Berlín, le esperaban unos conciertos en Múnich y Berlín. Así era la dinámica de la vida de la artista.
En cuanto al país ibérico, fue invitada de honor del Rey Alfonso XIII y de su madre María Cristina durante 1915, luego que había cumplido una serie de conciertos con la Sociedad Filarmónica de Madrid, presidida entonces por el Marqués del Castelar.Esta visita a la familia real española fue uno de los más significativos para ella en estos últimos años, como ella misma lo relató luego. Al año siguiente volvería para sus postreros conciertos en la capital española, presentándosele algunas contrariedades a causa de la guerra.
En esta ocasión, Teresa y su esposo Arturo, luego de las presentaciones, debieron permanecer tres meses más en Madrid por dos razones: su salud se vio afectada; y lo más grave: las autoridades militares francesas no les permitían regresar a Berlín, debido a las circunstancias bélicas. Una vez solventados estos inconvenientes, la artista ya tenía planificado lo que haría: permanecer en la capital alemana para la boda de su hija Eugenia; viajar a Estados Unidos y La Habana para una nueva temporada de conciertos. Añoraba aquellas regiones donde pudiera sentirse en completa libertad.
A sus sesenta y tres años de edad se sentía agotada, aunque con muchas fuerzas para seguir en su camino en el arte al cual había decido dedicar su vida. Solo que la Europa de entonces no era ahora el escenario propicio para ello. Como decía Cicerón: “Las leyes callan cuando las armas hablan”. Esto era justo sumarle una preocupación más a su agitada de vida por las constantes giras. Por lo pronto una nueva travesía la esperaba: el vapor Oscar II que la traería de regreso a Nueva York.
Fotografías e imágenes: 1) Primera Guerra Mundial: Revistaseptiembre.com. 2) De Teresa Carreño, Archivo Histórico Teresa Carreño/Centro Documental TTC.

Teresa Carreño: su último concierto

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DOCUMENTOS HISTÓRICOS*

Por Hubert Blanck



Es admirable ver una naturaleza como la de Teresita Carreño, que durante medio siglo de continuo batallar se presenta a los sesenta y cuatros años ante nuestro público desafiando con la ligereza y fuerza de una gladiadora el piano Steinway, que por momentos parecía tener que desaparecer bajo el dominio de sus manos.

La sonata apasionata de Beethoven fue modelado clásicamente. Nos presentó al autor de Bonn tal como es, tal como debe ejecutarse.

Todo el secreto para ejecutar bien a Beethoven, consiste en que el pianista sacrifique un poco sus habilidades pianísticas dedicando más atención a la parte musical sin exagerar los movimientos. Esa labor del verdadero concertista, y eso es lo que anoche hizo la artista venezolana. ¡Tocó Beethoven en alemán!

  

ElNocturno y el Preludio de Chopin, muy correcto. La polonesa de dicho compositor y los estudios sinfónicos de Schumann y el Sueño de amor de Liszt, tienen en la señora Carreño una intérprete perfecta y brillante. Como último número efectuó la Rapsodia núm. 6 de Liszt; y nadie como la Carreño ha sabido sacar partido de esta obra, que necesita seguridad del teclado, delicado mecanismo, soltura de antebrazo y muñeca y una gran resistencia, contando, de antemano, con la fuerza física para la dinámica.
 
Teresa Carreño es hoy más concertista que cuando estuvo aquí el año 1901. Entonces era la pianista impecable: hoy es pianista fogosa y de arranques geniales, condición indispensable para agradar a los grandes públicos.




*Este escrito fue publicado en el diario La Discusión, La Habana, miércoles 21 de marzo de 1917en la sección "Algo de Música"por Hubert de Blanck. Es un documento histórico de gran trascedencia porque se genera en la última gira de conciertos de la artista a Cuba, en la cual dio su también último recital. Unos meses más tarde, falleció en Nueva York, el 12 de junio de 1917. El original puede ser consultado en el Centro Documental Teatro Teresa Carreño, Archivo Histórico Teresa Carreño.

Teresa Carreño

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Por Eduardo Lira Espejo*
DOCUMENTOS HISTÓRICOS

A fines del siglo pasado y en las primeras dos décadas del actual**, el luminoso nombre de Teresa Carreño, la pianista sublime que se hizo aplaudir en uno y en otro continente, fue noticia constante, tema periodístico internacional. Ahora a los sesenta años de su muerte, el nombre de la inmortal venezolana hace noticia en su tierra natal con motivo del acuerdo de Senado de la República, mediante el cual decide trasladar sus venerados restos al Panteón Nacional, a fin de que reposen al lado de los Libertadores y próceres que nos dieron la libertad y afianzaron la nacionalidad, y junto a los grandes, del intelecto y de las ciencias de Venezuela. Acuerdo en homenaje a los méritos singulares de la ilustre y célebre compatriota, cuyo gusto artístico y fama mundial como gran pianista de todos los tiempos han dado gloria auténtica a Venezuela, dice el documento en referencia.
Venezuela honra a la caraqueña que naciera el 22 de diciembre de 1853. Descendiente de dos familias ilustres ya que su madre, doña Clorinda García de Sena y Toro, era sobrina de la esposa del Libertador; mientras que su padre don Manuel Antonio Carreño fue hijo de don Cayetano Carreño, el extraordinario compositor de la época colonial, autor de la Oración en el Huerto, una de las partituras maestras de las pertenecientes a la Escuela de Chacao. Don Cayetano Carreño, abuelo de Teresa, era hermano del célebre Don Simón Rodríguez, profesor de Simón Bolívar. Este don Manuel Antonio Carreño, progenitor de Teresa, es el autor del Manual de la Urbanidad y Buenas Maneras, cuyas severas reglas fueron impuestas en la educación social latinoamericana, preferentemente en la caraqueña, de tal manera que este manual revela las costumbres y convivencias de las familias de aquella época. Pero don Manuel Antonio Carreño, que provenía de una sobresaliente familia de músicos, él era músico también. Fue el primero en advertir las excepcionales dotes de su hija. Fue su primer maestro de piano, la introdujo al estudio del instrumento de acuerdo a su particular pedagogía. Para ella escribió más de quinientos ejercicios, los cuales practicó a diario la pequeña infante, desde los tres años de edad. En este ambiente de cultura y de severidad, de arte y de acatamiento a los buenos modales, se desarrollaron los primeros años de existencia de la precoz pianista, hasta que la familia parte a Nueva York con el fin de buscar para el prodigio pianístico las enseñanzas de buenos profesores.
Venezuela honra a la pianista que desde pequeña estuvo decidida a ser grande, a convertirse en pianista excepcional. La familia Carreño viaja a los Estados Unidos en 1862, siendo entonces Teresa una niña de nueve años de edad. Allí en Nueva York, tras vencer la resistencia que el notable virtuoso Louis Moreau Gottschlak, tenía en contra los niños precoces, se logró que este virtuoso de piano la oyera. Gottschlak, más que un maestro fue un consejero. La oía de vez en cuando, le hacía indicaciones y la orientó a un estilo brillante, de transcendencia virtuosística y le recomendó las piezas de gran notoriedad de ejecutante. De la misma manera más tarde, recibió consejos más que lecciones del gran Anton Rubinstein, quien le indicó el camino de la música estricta. Cuando conoció en 1868, es este célebre pianista ruso, Teresa Carreño era una bella muchacha de quince años de edad, pocos años antes había logrado ser oída por el más notable virtuoso del siglo pasado, por Franz Liszt, quien le ofreció guiarla, siempre que se trasladara a Roma. Las circunstancias económicas lo impidieron. Pero la más decisiva influencia musical Teresa la recibe de su tercer esposo, Eugene Francis Charles d’Albert. Este pianista alemán de origen escocés y de nombres francés, gozaba de fama en su época, como sobresaliente intérprete de los clásicos, de Bach y Beethoven preferentemente, y de Liszt en el más alto virtuosismo. Ejerció influencia positiva sobre la Carreño. Puede decirse que en la carrera de gran pianista auténtica viene desde su encuentro con d’Albert, quien le impuso disciplina música y le fijó derroteros de grandezas.

Venezuela honra a la hija y madre ejemplar. Tuvo siempre problemas económicos. La responsabilidad del sostén de los suyos, de sus muchos hijos, a veces la angustiaba. Casó cuatro veces. El primer esposo, Emile Sauret violinista displicente, la abandonó antes que naciera su segundo hijo; luego se unió con Giovanni Tagliapietra, temperamental cantante, quien participó en las aventuras de la Carreño como cantante e incluso como empresario de ópera. El tercer marido fue el pianista d’Albert, a quien Teresa adoraba, de quien se divorció. D’Albert continuó su vida sentimental hasta completar seis matrimonios. La felicidad que anhelaba parece que Teresa Carreño la obtuvo en su cuarto matrimonio con Arturo Tagliapietra, hermano de su segundo esposo, quien le cerró los ojos en Nueva York, el 12 de junio de 1917.
Venezuela honra a la artista excelsa que paseó brillantemente el nombre de Venezuela por una y otra ciudad, por este y por aquel país. Que fue saludada con admiración por los más exigentes genios de la época, por Rossini, Gounod, Berlioz, Grieg o Brahms. Le rinde homenaje tardíamente, pero al fin la exalta y sitúa sus restos en el lugar de veneración que le corresponde entre los Grandes, porque ella fue un Grande de Venezuela.
* Crítico musical
** Compilamos el texto escrito por Eduardo Lira Espejo con motivo del acuerdo del Senado de la República de Venezuela, por medio del cual decide trasladar los restos de la artista venezolana al Panteón Nacional. El Nacional, 18 de octubre de 1977.
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